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El 29 de noviembre de 1979, san Juan Pablo II proclamó a San Francisco de Asís patrono de la ecología. Es verdad que alguno podría pensar que esta atribución es algo anacrónico y ciertamente sería ingenuo pretender encontrar en él referencias explícitas a los problemas ambientales. La cultura medieval vivía todavía una experiencia de temor ante la naturaleza que era mucho más potente que los seres humanos.

Sin embargo, San Francisco es una fuente grande de inspiración para toda la humanidad pero principalmente para quien quiera mirar hoy el mundo con los ojos de la fe. En el Cántico de las Criaturas invitaba a alabar y bendecir a Aquel que ha hecho al hermano Sol “bello en su esplendor” y a la hermana Luna y a las estrellas, “claras, preciosas y bellas”, y a la hermana Agua “humilde y útil”, y al hermano Fuego “fuerte, hermoso y alegre”. La espléndida variedad de las criaturas es captada aquí en su interconexión, en el servicio que unas se dan a las otras, permitiendo la vida. Francisco mira la creación con ojos llenos de un “inefable amor por las criaturas de Dios” que con dulzura sabían contemplar en ellas “la sabiduría del Creador, su poder y su bondad”, como nos cuenta la 1 Cel 80. Más aún, en la Vida segunda el mismo hagiógrafo sentirá la necesidad de explicitar que “en las cosas hermosas él reconoce al Hermosísimo” (2Cel 165). De aquí nace el afecto con el que se paraba antes las flores, los campos, los peces, la cigarra, las abejas a las que quería que  “se les suministrase miel y el mejor vino, para que en los días helados de invierno no mueran de hambre” (2Cel 165).Y de ahí también una atención casi paradójica por los seres no vivos, un cuidado que se dirigía también a los más humildes: “Deja que los candiles, las lámparas y las candelas se consuman por sí, no queriendo apagar con su mano la claridad, que le era símbolo de la luz eterna. Anda con respeto sobre las piedras, por consideración al que se llama Piedra” (2Cel 165).

Es como si a sus ojos el mismo libro de la creación remitieres inmediatamente al libro de la revelación, mientras que éste, a su vez, le remite al primero.

Propuestas para celebrar este día: 

  1. En Laudes
  2. Después de la Lectura breve se pueden leer los siguientes párrafos de la encíclica Laudato si’ en la que el papa pone a San Francisco de Asís como modelo de una ecología integral.

10. No quiero desarrollar esta encíclica sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre como guía y como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma. Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.

11. Su testimonio nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano. Así como sucede cuando nos enamoramos de una persona, cada vez que él miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las demás criaturas. Él entraba en comunicación con todo lo creado, y hasta predicaba a las flores «invitándolas a alabar al Señor, como si gozaran del don de la razón»[19]. Su reacción era mucho más que una valoración intelectual o un cálculo económico, porque para él cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo lo que existe. Su discípulo san Buenaventura decía de él que, «lleno de la mayor ternura al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las criaturas, por más despreciables que parecieran, el dulce nombre de hermanas»[20]. Esta convicción no puede ser despreciada como un romanticismo irracional, porque tiene consecuencias en las opciones que determinan nuestro comportamiento. Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo. La pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio.

12. Por otra parte, san Francisco, fiel a la Escritura, nos propone reconocer la naturaleza como un espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad: «A través de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se conoce por analogía al autor» (Sb 13,5), y «su eterna potencia y divinidad se hacen visibles para la inteligencia a través de sus obras desde la creación del mundo» (Rm 1,20). Por eso, él pedía que en el convento siempre se dejara una parte del huerto sin cultivar, para que crecieran las hierbas silvestres, de manera que quienes las admiraran pudieran elevar su pensamiento a Dios, autor de tanta belleza[21]. El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza.

  1. En las preces se pueden añadir estas u otras parecidas
  • Por todos los cristianos y personas de buena voluntad, para que aprendamos a respetar y cuidad la tierra y la vida en toda su diversidad.
  • Para que aseguremos que los frutos y las bellezas de la tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras.
  • Para que construyamos sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y justas.
  1. Al final de las Laudes se puede rezar juntos el CÁNTICO DE LAS CRIATURAS o LA ORACIÓN CRISTIANA CON LA CREACIÓN del final de la encíclica:

Te alabamos, Padre, con todas tus criaturas,
que salieron de tu mano poderosa.
Son tuyas,
y están llenas de tu presencia y de tu ternura.
Alabado seas.

Hijo de Dios, Jesús,
por ti fueron creadas todas las cosas.
Te formaste en el seno materno de María,
te hiciste parte de esta tierra,
y miraste este mundo con ojos humanos.
Hoy estás vivo en cada criatura
con tu gloria de resucitado.
Alabado seas.

Espíritu Santo, que con tu luz
orientas este mundo hacia el amor del Padre
y acompañas el gemido de la creación,
tú vives también en nuestros corazones
para impulsarnos al bien.
Alabado seas.

Señor Uno y Trino,
comunidad preciosa de amor infinito,
enséñanos a contemplarte
en la belleza del universo,
donde todo nos habla de ti.
Despierta nuestra alabanza y nuestra gratitud
por cada ser que has creado.
Danos la gracia de sentirnos íntimamente unidos
con todo lo que existe.

Dios de amor,
muéstranos nuestro lugar en este mundo
como instrumentos de tu cariño
por todos los seres de esta tierra,
porque ninguno de ellos está olvidado ante ti.
Ilumina a los dueños del poder y del dinero
para que se guarden del pecado de la indiferencia,
amen el bien común, promuevan a los débiles,
y cuiden este mundo que habitamos.
Los pobres y la tierra están clamando:
Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,
para proteger toda vida,
para preparar un futuro mejor,
para que venga tu Reino
de justicia, de paz, de amor y de hermosura.
Alabado seas.
Amén.

  1. En las Eucaristías del día con la gente
  2. En las peticiones de perdón se podrían decir estas u otras parecidas:
  • Perdón, Señor, porque hemos contaminado el aire y la atmósfera que nos rodea y protege.
  • Perdón, Señor, porque hemos contaminado el agua debido a nuestra negligencia y egoísmo y ni las personas, ni los animales pueden beberla sin peligro. Por nuestra culpa los ríos están sucios y los peces mueren en el mar.
  • Perdón, Señor, por la desertificación de nuestra tierra que hemos explotado, saqueado y hecho estéril para generaciones venideras. En nombre del progreso hemos permitido que sea envenenada y deforestada. Perdón, Señor, porque no hemos prestado atención a los clamores de nuestra hermana y madre tierra.
  1. En las preces se pueden añadir las indicadas en Laudes.
  2. Después de la Comunión se pueden leer los ns, 10-12 de la Laudato si’ para terminar con la Oración cristiana con la creación.

Comisión Interfranciscana de JPIC

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