Si las fotos y los videos estuviesen en blanco y negro, cualquiera de nosotros hubiese creído que eran de algún campo de concentración nazi.
Al estar en color, el observador desprevenido puede que haya creído que eran imágenes de Corea del Norte, Siria u otro país similar.
La sorpresa llega cuando conocemos que son de Estados Unidos y de hace unos pocos días.
Las imágenes de niños aislados en jaulas (más de 2000) y lo que es aun peor, sus llantos y sus gritos pidiendo por sus padres, me han dejado abatido.
Abatido porque me recordaron a los campos de concentración nazi. Abatido porque hace 80 años el nazismo creció amparado por el silencio cómplice de los poderosos pero ignorado por la inmensa mayoría del mundo que no tenia acceso a la información.
Hoy eso ha cambiado. Nos enteramos, al segundo, de lo que sucede en todo el mundo y, sin embargo, elegimos ser cómplices, callar, mirar el Mundial o rasgarnos las vestiduras por cualquier nimiedad.
Abatido quedé porque el responsable de este drama, Donald Trump, llegó al poder con el voto de buena parte del electorado católico y cristiano…
Su discurso “pro-vida” le ganó esos votos, más allá de otros intereses más mezquinos.
He dicho muchas veces que, para la inmensa mayoría de nosotros, católicos, es mucho más fácil y reconfortante arrodillarnos ante el sagrario dorado y reluciente, mirar devotamente al Cristo eucarístico, pero no es lo mismo cuando se trata del Cristo sucio y maloliente que habita en las calles, que huye de la miseria, que se monta en una patera en el Mediterráneo o en “la bestia” en México.
Quizás algo parecido nos pasa con el discurso pro-vida. Quizás nos resulte mas aceptable defender la vida del inocente que no vemos, de ese ser humano pequeñito, minúsculo, oculto bajo el vientre materno. Pero nos resulta insoportable defender la vida del pobre que llega a nuestras fronteras y amenaza el falso estado de bienestar en el que creemos vivir.
Lo que hemos conocido ayer sobre la separación de familias en la frontera de Estados Unidos con México es tan repugnante que el Papa Francisco ha tenido que romper hoy con el “statu quo” y ha manifestado su total apoyo a la posición de la Conferencia Episcopal de los EEUU según la cual la separación de hijos de sus padres inmigrantes en la frontera con México «es contraria a los valores cristianos y es inmoral’.
Sin duda es una inmoralidad, un escandalo. Si esas imágenes estuviesen dándose en algún país de Oriente o en vías de desarrollo ¿Cuál seria la respuesta de la comunidad internacional? ¿Qué medidas tomarían?
Una inmoralidad, un escandalo, una vergüenza.
“Es vergonzoso todo lo que están haciendo las autoridades de los EU, encabezados por su Presidente. La historia se repite: Herodes quiere demostrar cuan poderoso es y no le importa sacrificar a miles de inocentes para lograr su objetivo. Con esas acciones crimínales, Herodes lo único que demostró fue su miedo, su cobardía, la descomposición de su manera de ser y gobernar.
Es lo mismo que está demostrando Donal Trump. El haber sacado a los EU del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas es una acción más de esa cadena de decisiones mounstruosas que tendrán, como único resultado, el dolor y la muerte de familias enteras, el sometimiento de pueblos a las políticas del país más poderoso de nuestros tiempos.
Desafortunadamente ya hay miles de víctimas, cientos de familias divididas y niños gritando de horror. Pero también está el otro lado. Miles de personas organizándose esperanzadoramente para revertir esta historia”… Nos dice fray Tomás González, fundador de La 72, una casa-refugio que ha recibido y asistido a más de 50.000 migrantes en los últimos años.
Para fray Jaime Campos, director de la Oficina de JPIC de la Curia General OFM, este “es un hecho repudiable, da igual la política migratoria que se esté aplicando, exponer a niños a esa situación no es justo y es repudiable. Pero no debemos extrañarnos, el presidente Trump, ha dado señales claras que ya nos dejaron estupefactos en el pasado.”
Estamos perplejos, fray Jaime se pregunta ¿Cómo hemos llegado, como humanidad, a este punto?
Pero lo de Trump no es el único problema.
Hemos visto estos días como Italia cerraba sus puertos a la ayuda humanitaria en el Mediterráneo.
Hemos visto como el ministro Salvini, de extrema derecha -y negador del Holocausto-, justificaba hace unos días su decisión de cerrar los puertos (ahora también ha propuesto expulsar del país a los Gitanos) amparándose en que “la Iglesia me dice que siga adelante”…
El ministro asegura que hay un considerable sector de la jerarquía católica que apoya su postura y que solo ha hecho saber. “Alguno ha contactado conmigo, evidentemente no citaré los nombres ni siquiera bajo tortura, para pedirme que siga adelante por el camino emprendido”.
Tampoco es esto distinto de lo que sucede en Hungría donde el presidente Orbán ha arrasado en las ultimas elecciones haciendo gala de su “catolicismo” y de su intención de expulsar a todos los inmigrantes del país.
Para fray Jaime, es necesario que hagamos una reflexión sobre que ética, que moral, como cristianos, estamos transmitiendo. ¿Qué estamos enseñando a nuestros fieles? Estas situaciones no deberían ser normales en el contexto de una teología centrada en el ser humano. Que nos ayude a mirarnos y reconocernos como hermanos.
Las imágenes que hemos visto (y las que seguiremos viendo) son desoladoras, pero lo es aún más el hecho que estas imágenes sean fruto de la complicidad de muchos cristianos.
No voy a entrar a valorar si son buenos o malos católicos, pero quisiera preguntarles si han leído el capitulo 25 de Mateo. Por las dudas lo recuerdo.
Estamos en el Juicio Final, Cristo separa a las “cabras de los cabritos”, los buenos a la derecha, los malos a la izquierda y les dice:
Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.
Pero muchos de ellos, sin entender nada, le preguntan:
«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?»
Y Él les responde: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.»»
Estoy abatido porque al ignorante se le puede educar, al hambriento se lo puede alimentar, al pobre se lo puede sacar de la pobreza… pero al fanático, al fariseo, que se aferra a sus creencias y usa solo una parte del evangelio para justificarlas, no se lo puede convertir, no se lo puede cambiar (salvo milagro) y esa gente está destruyendo el mundo, con sus votos y con sus complicidades.
Paz y bien,
Gabriel
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