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Homilia de Fray Michael Perry, Ministro General OFM

“El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” (Mt. 23)

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo y San Francisco, ¡el Señor os dé su paz! Estos días de vuestro Capítulo General son un momento para valorar la situación actual de vuestra Orden, examinar cuestiones de identidad (oración y fraternidad), organización (liderazgo y servicio), y misión (fortalecer vuestra capacidad evangelizadora a un mundo en seria necesidad de ánimo, esperanza, justicia y paz, y especial atención a los jóvenes). Me alentó mucho como ministro ver esos elementos en vuestro Instrumentum Laboris.

Si sirve de consuelo, nosotros, vuestros hermanos de la Orden de los Franciscanos Menores, estamos afrontando algunos de los mismos retos. Y nosotros, como vosotros, nos encontramos regresando al punto de partida de nuestras vidas: Jesucristo en el centro de todas las cosas; la fraternidad como medio sacramental para vivir el Evangelio; y misión evangelizadora – para salir con el Evangelio de compasión, amor, misericordia, justicia y paz en nuestros corazones – como la fuerza motora para participar en la construcción del Reino de Dios.

Una forma de leer el Evangelio de Mateo es a través de las lentes de una crisis de identidad y liderazgo. Desde el principio, los que se acercaron a Jesús se encontraron en crisis: como vivir con plena fe la identidad religiosa que habían recibido de sus padres y antepasados mientras se embarcaban en el nuevo camino espiritual propuesto por Jesús.

Mateo destaca esta crisis presentando ejemplos de líderes religiosos que están más preocupados de su auto-promoción y de acumular poder y riqueza que de seguir el ejemplo de Moisés, que demostró que el auténtico liderazgo debe estar basado en la humildad, la minoridad y el servicio.

Para Mateo, Jesús seguirá ese mismo camino, basado en los valores de las Bienaventuranzas, los elementos fundamentales para la identidad, el servicio y la misión en la vida de Jesús. Es a este mismo conjunto de ideales que Jesús llama a sus discípulos – de hecho, todos los que hemos sido bautizados en el único Cuerpo de Cristo – para abrazar ese camino evangélico. Es un camino que requiere de nosotros la voluntad de negar la auto-promoción, abrazar el camino de la justicia, la verdad y el servicio, anteponiendo las necesidades de los demás a las nuestras, y siguiendo las huellas de nuestro Señor Jesucristo. (cf. Mt. 16: 24).

Alguien escribió una vez: “El liderazgo es un proceso relacional dinámico en el que la gente bajo la influencia del Espíritu Santo, se une para alcanzar un objetivo común… (que)… sirve a los demás guiando a los demás al servicio.

Así, el liderazgo se refiere a la identidad: basarse en la experiencia de Jesús, someter nuestras vidas y nuestros trabajos al Espíritu del Señor. Es dinámico: no es simplemente repetir lo que ha sido hecho en el pasado sin importar lo bien que haya funcionado. Los tiempos cambian, las necesidades cambian; también entonces los estilos de liderazgo deben cambiar para conocer a la gente donde hoy vive.

El principio del cambio también apunta a otro elemento que muchas veces se pierde en nuestras vidas personales y fraternas, y también de nuestras apostólicas y evangelizaras actividades, llamado dinamismo. Los discípulos Cristianos – y todos los Franciscanos – estamos llamados a ser activos, dinámicos, implicados. Estamos llamados a destinar todas nuestras energías a vivir y compartir la vida evangelica, con pasión, alegría y esperanza.

Liderazgo es relacional: ninguna persona puede funcionar como una isla, acumulando toda la autoridad y tareas en sí misma. Y sin embargo, ¡cuántas veces nos convertimos en el centro de todo, sin dejar espacio a los demás!

Al contrario, el liderazgo en la comunidad espiritual de Jesús – y en las fraternidades creadas por San Francisco – significa crear sinergias, servir a los demás compartiendo la responsabilidad y convencer a los demás de que ‘estamos juntos en esto’. La unión espiritual que va a ser promovida por el liderazgo en las fraternidades de vuestra Orden (y de la mía) recuerda a cada miembro su auténtica identidad evangélica: co-discípulos y co-misioneros con Cristo, como el Papa Francisco tiene tan claramente argumentado en su Carta Apostólica Evangelii Gaudium (cf. par. 21, 24, et alii).

Otro elemento importante sobre el liderazgo Cristiano que emerge de la lectura del Evangelio es el de vivir la propia fe y las propias creencias en hechos concretos. Para San Francisco, experimentar primero y compartir después la Buena Noticia no tenía que ver con las palabras elocuentes y la creación de un largo conjunto de reglas engorrosas y estructuras de soporte, tan importantes como algunas de estas son. Más bien, llegar a una profunda y duradera experiencia de la vida evangélica consiste en aprender de nuevo cómo sentarse juntos a los pies del Señor Jesús y aprender de Él. Consiste en integrar los valores del Reino de Dios en todos los aspectos de nuestras vidas, no dejando ningún área intacta o imperturbable. ¡Agregaría que abrazar la vida evangélica consiste en convertirse en perturbables!

Ser perturbable es una nueva manera de decir que estamos ‘despiertos de nuestra complacencia’, ‘conmovidos en nuestra certidumbre’, y forzados de nuevo a situar nuestras vidas en total dependencia de Jesús.

Eso nos guía de nuevo a embarcarnos en la auténtica vida de ‘penitencia’ a la que San Francisco ha llamado a cada uno de nosotros. Es precisamente abrazando una forma de vida en este mundo que está abierta a las novedades de las operaciones del Espíritu de Dios, transformándonos en genuinos buscadores con la intención de aprender de nuevo lo que significa seguir a Jesús y compartir su mensaje de amor y misericordia con todos, especialmente con la humanidad rota – con inmigrantes, hermanos y hermanas sufriendo violencia y pobreza, y abrazados a un herido y amenazado entorno, creación de la que damos testimonio de una integridad de vida.

Contrariamente a la opinión popular, la penitencia y la sencillez de vida nos ofrecen un medio de llegar a una mayor experiencia de transformación, creación, dinamismo, esperanza y alegría estando vivos en el Señor Jesús como mujeres y hombres que viven la vida evangélica.

Hermanos y hermanas, somos los que han sido llamados a restaurar la fe con los demás en un mundo que se desgarra (Malaquías 2: 8-10). ¡Abramos nuestros corazones, dejándonos abrazar por Jesús, abrazando a los demás, y asumiendo la posición de ‘lavadores de pies’ el uno del otro, de toda la humanidad, y de toda la creación! ‘Comencemos…’

Roma, 9 de noviembre.

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