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Cafarnaum es el lugar conocido también como la “ciudad de Jesús”. El sábado 10 de octubre sus puertas se abrieron en Fiesta de la Actividad, Predicación y Signos de Jesús para recibir a Fr. Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, Monseñor Girelli, nuncio apostólico en Israel, frailes franciscanos, sacerdotes de diferentes comunidades religiosas de tierra santa y pocos participantes; todos reunidos a orillas del lago donde Jesús vivió parte de su vida pública. Allí el custodio de Tierra Santa presidió la solemne eucaristía a pocos metros de la sinagoga donde Jesús se presentó como “Pan vivo”. “Yo soy el pan de vida, quien viene a mí no tendrá nunca más hambre, y quien cree en mí no tendrá más sed” (Jn 6,35).

Al término de la misa se dirigieron en procesión a las ruinas de la Antigua Cafarnaum. Actualmente está cerrada a causa de la pandemia. Pero a pesar de todo de este lugar santo emerge un mensaje de esperanza.

De la homilía dada por Fray Francesco Patton, ofm extraemos los siguientes párrafos: «Aquí en Cafarnaum, Jesús educa en la fe, en primer lugar porque predica, anuncia la palabra de Dios y por ello quien escucha la palabra de Jesús siente nacer dentro de su propio corazón este deseo de confiar en Él, de confiarse a Él, y en consecuencia también el deseo de creer no solo en lo que dice sino en su persona. Esta es la fe, es una relación personal. Y de esta fe nace después una serie de consecuencias. Sabemos que aquí, en Cafarnaum, Jesús obra muchos prodigios. De hecho la fiesta que celebramos es la de la presencia, de la predicación y de los prodigios que Jesús obró en Cafarnaum.»

Cuando subraya algunos aspectos de la predicación de Jesús a orillas del lago, en la sinagoga y en casa de Pedro nos presenta los milagros que Jesús cumplió: “Estos prodigios nacen a veces para suscitar la fe, para animarnos a creer. A veces estos prodigios son de alguna manera posibles, solo si uno cree en Él. Por ejemplo el de la pesca milagrosa, o el del centurión, que va a casa de Jesús para curar a su sirviente o el de la resurrección de la hija de Jairo, el líder de la sinagoga, o incluso la hemorroisa. Por ello —continuó el custodio— la fe hace nacer, permite a Jesús obrar los milagros y al mismo tiempo los milagros de Jesús refuerzan la fe en las personas, que entienden que a través de Él Dios está presente, el reino de Dios está presente y acogiéndolo a Él, acogen a Dios y a su reino.”

«La lección más grande es aprender a confiar en Jesús. Otra lección que nos ofrece este tiempo de coronavirus es la existencia de un virus más peligroso que la COVID, el de la indiferencia recíproca, el virus de la falta de confianza, de amor. El mismo papa Francisco, en su última encíclica “Hermanos todos”, lo ha subrayado y destacado.»

Cafarnaum nos dice que debemos pedir ser curados no solo de los males físicos, sino sobre todo de estos males interiores y estos males que tocan nuestra capacidad de relacionarnos con los demás y con Dios.

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