Peregrinar a Tierra Santa es una pretensión natural entre los cristianos, pues iniciados en la fe de Jesucristo, se anhela conocer al Jesús histórico y los misterios que rodearon su vida.
Hablar de Tierra Santa directamente conduce a tratar de Israel, la tierra prometida donde afincó el pueblo judío en su éxodo de Egipto, referido de forma abundante en los relatos bíblicos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento (este último referido a la vida y predicación de Jesús y sus discípulos).
Se trata de una tierra de contrastes geográficos (en el norte, la Galilea fértil y el lago Tiberiades; en tanto en el sur se ubica el desierto de judea junto al Mar Muerto, siendo cruzado el territorio por el río Jordán, de importante mención bíblica). Pero también, es una tierra de contrastes culturales y religiosos (judíos, musulmanes y cristianos conforman un peculiar crisol cultural y religioso), que conforma un inestable equilibrio social, con un no menos inestable reparto político de dicho territorio (entre el Estado de Israel y la Autoridad Palestina).
Nuestra peregrinación estaba encauzada por los PP. Franciscanos (en concreto por el P. Fernando Cuenca y el P. Antonio Mora), que supone un acompañamiento impagable al grupo de peregrinos que eran objeto de atención y guía en todo momento por ellos; todo ello, por el aporte de conocimientos y datos con que los PP. Cuenca y Mora presentaban los distintos lugares visitados, que hacían que el peregrino se ubicara perfectamente en la época de Jesús en el relato de las diferentes narraciones evangélicas que se iban haciendo en cada lugar, propiciando así un conocimiento directo sobre el mismo lugar de los acontecimientos narrados, generando una situación que se ha dado en llamar el 5º Evangelio (los vestigios de los lugares santos, junto con los relatos evangélicos de referencia a los mismos), que venían a representar una emocionante situación en que parecía como si las “piedras hablaran”.
Así nuestra peregrinación se inició por Galilea, en donde visitamos la Basílica de Nazaret (con las ruinas de la casa de la Virgen María y de S. José), el Monte Carmelo en Haifa (principal puerto del país al norte de Israel), el Monte de las Bienaventuranzas, Cafarnaúm (con la visita a los restos de la sinagoga y de la casa de Pedro), el lugar de las multiplicaciones de los panes y los peces, el primado de Pedro, todo ello en el entorno del Lago de Galilea por donde también transitamos a bordo de un barco, rememorando las acciones de Jesús y los apóstoles en dichos lugares.
Seguidamente visitamos el monte Tabor (lugar de la transfiguración de Jesús), para continuar con la visita al desierto de Judea donde accedimos al oasis en que se encuentra enclavada la antiquísima ciudad bíblica de Jericó, para llegar al río Jordán donde rememoramos el bautismo de Jesús, renovando nuestros propios bautismos en aquel memorable lugar; acabando por acceder al Mar Muerto, donde hicimos un descanso y comimos a la orilla del mismo. Tras la comida, salimos en autobús en dirección a Jerusalén visitando en dicha jornada la iglesia del “galli cantu”, para acceder a la ciudad amurallada del tiempo de Jesús por la puerta de Sión, pasando por el barrio judío –junto a la gran sinagoga de Jerusalén- a la explanada del Templo y al muro de las lamentaciones, pudiendo compartir oración con nuestros hermanos judíos. Concluimos la jornada pernoctando en Belén, con una reunión con el P. Artemio (OFM) que nos comentó las difíciles circunstancias en que viven actualmente los cristianos de Tierra Santa, pidiendo la colaboración de todos para mantener activa la “Iglesia Madre de Jerusalén” en un preocupante retroceso de feligresía ante tan imponderables circunstancias de vida que a dichos cristianos les lleva a emigrar como solución a tan complejo problema de poder subsistir en sus lugares de arraigo.
En la siguiente jornada, la mañana la dedicamos a visitar la Basílica de Belén y el campo de los pastores, terminando por hacer una visita a una cooperativa artesanal de cristianos de Belén; tras lo cual, partimos de nuevo hacia Jerusalén, dedicando la tarde a la visita del resto de la ciudad santa, en la que hicimos el viacrucis por la “vía dolorosa” y acabamos visitando el Santo Sepulcro, lugar en que hicimos una Eucaristía.
En otra jornada, visitamos la casa de Lázaro en Betania, la Iglesia de Betfagé (lugar donde la tradición sitúa el inicio del acceso de Jesús a Jerusalén a lomos de un burro) y las construcciones de viviendas para cristianos promovidas por la Custodia de Tierra Santa, como acción social. Así como también el “Pater noster” (en lo alto del monte de los olivos, donde Jesús oró con sus discípulos y les enseñó a rezar el padre nuestro), descendiendo por dicho monte –junto a un cementerio judío- para alcanzar la iglesia del “domus flevit” (conmemorando el sufrimiento de Jesús al atisbar su pasión, que le llevó a llorar e implorar al Padre), siguiendo el descenso del monte de los olivos hasta llegar al lugar de la oración de Jesús en el “huerto de los olivos” (visitando la basílica que lo conmemora), pasando por el Getsemaní y concluyendo la visita en la iglesia sobre una gruta en que se encuentra la tumba de María.
Finalmente visitamos la casa de Isabel (la prima de María) y la casa de Juan el Bautista en el bonito paraje de Aín Karim, también visitamos Emaús, y finalmente fuimos a Jaffa, donde paseamos por el barrio antiguo de los artistas y celebramos eucaristía en la iglesia de San Pedro, dirigiéndonos después del almuerzo, hacia el aeropuerto Ben Gurión para coger el vuelo de regreso a España, con un extenso e intenso aporte de experiencias y sensaciones con las que vinimos a fortalecer nuestra fe, en lo que viene a representar una extraordinaria experiencia equiparable a unos ejercicios espirituales intensivos sobre el propio terreno bíblico, rememorando la vida y obra de Jesús de Nazaret.
Domingo Delgado Peralta (OFS)
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