Identificación de los penitentes con el movimiento franciscano
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El movimiento penitencial, como vamos viendo, tuvo entidad propia antes del movimiento iniciado por Francisco de Asís. Como veremos más adelante, los penitentes tuvieron su Regla de vida o Propósito, el Memoriale propositi fratrum et sororum de paenitentia aprobado por el papa Honorio III en 1221[1].
Francisco y sus primeros compañeros tomaron parte de ese gran movimiento pauperístico suscitado en la Iglesia en los siglos XII y XIII, y que trajo la vivencia de una fe en pobreza como imperativo para todos los creyentes. No fueron muy distintos los estilos de vida del movimiento penitencial y del movimiento en torno a Francisco de Asís. Las primeras relaciones entre los Hermanos y los penitentes debieron surgir en el ámbito del trabajo, donde los Hermanos se relacionaban con mucha gente (1R 7, 1-2); A su vez, los Hermanos exhortaban a la conversión (1R 21), difundiendo pronto sus ideas en los centros urbanos; y con su predicación itinerante. Todo esto llevaba a que la gente respondiera bien a los mensajes de los Hermanos y quisieran asociarse a ellos, estableciéndose una corriente común de vida.
Estas relaciones no tenían nada que ver con alguna autoridad legislativa o jurídica. Eran relaciones socio-laborales y también espirituales. Los penitentes necesitaban instrucción y apoyo para realizar su compromiso y también ayuda para poder proceder espiritualmente. Parece claro que con la aprobación oral que el papa Inocencio III hace del modo de vida de Francisco y los suyos, año 1209/10, el movimiento penitencial adquiere más fuerza.
Las relaciones jurídicas vendrán con posterioridad. En 1247, siendo Juan de Parma ministro general de los Menores, pidió al papa Inocencio IV que pusiera a los grupos de penitentes de Italia bajo la jurisdicción de los Hermanos, al menos para la visita canónica, (el officium visitationis)[2]. Pero al año siguiente, el mismo papa tuvo que retirar esa disposición, argumentando que los mismos penitentes no habían sido consultados, por lo que los penitentes volvieron a quedar bajo la jurisdicción de los obispos[3].
En esa relación Hermanos-penitentes, encontramos que ya desde el año 1269 se le atribuía a Francisco la paternidad de la Orden de penitencia; Hay que recordar que oficialmente Francisco de Asís es el «fundador» de la Orden de penitencia en el año 1289, con la bula Supra Montem, donde el papa Nicolás IV le proclama como tal. Hay varias referencias en los años previos al 1289, y en distintas ciudades, en las que se atestigua la relación de los penitentes con la Orden de los Menores: en Verona, Bolonia, Cittá di Castello, Padua, Prato, Pisa y Orvieto[4].
Es interesante el caso de Orvieto, donde parece que existía una fraternidad de penitentes en 1269. Uno de los miembros, Domenico di Pietro, fue acusado de hereje y denominado terciario franciscano[5].
Con estos datos vamos viendo que existen relaciones más o menos estables entre los penitentes y los Menores, aunque no de manera oficial. En el mismo nivel que los Menores están los hermanos Predicadores, que ejercían una presión más fuerte que los Menores sobre «sus» penitentes. El maestro general de la Orden dominicana, Munio de Zamora, elaboró una Regla para sus penitentes en 1285[6], en la que establecía que todas la fraternidades debían tener por maestro y director a un sacerdote dominico, sometidos todos al maestro general y a los provinciales de la Orden.
En el movimiento franciscano de los comienzos hay todo un deseo de cambio de la sociedad y el descubrimiento y convencimiento de que se podía y debía vivir el seguimiento de Jesús en otros modos y estilos, y esto era compartido por mucha gente que se enrolaba en el movimiento penitencial. El historiador franciscano David Flood nos da una definición del movimiento franciscano y sus pretensiones al comienzo del mismo[7]. El estilo de vida de Francisco y sus compañeros suponía una ruptura con la sociedad de Asís; el mundo de las relaciones interpersonales y la distribución de los bienes quedaban muy tocados en los planteamientos del movimiento franciscano de los orígenes. Este movimiento fue elaborando progresivamente su ideal, según las necesidades que iba descubriendo. Semejante desajuste social se fue apagando en vida de Francisco y se extinguió con la muerte del santo.
Los Hermanos y los seglares caminaban juntos en la primera etapa del movimiento; no se trataba de organizar institucionalmente la piedad seglar, había mucho de reorganización social. Por ello, muchos penitentes, hacia la mitad del s. XIII se quejaban de la relación existente entre los franciscanos de la Orden y los franciscanos seglares; no querían charlas moralistas, sino el estímulo que en otros tiempos anteriores habían recibido y compartido. Tuvieron respuesta de parte de la Orden en las Determinationes quaestionum circa Regulam Fratrum Minorum, obra anónima escrita en el mandato de san Buenaventura, por los años 1266-68[8]; en este escrito se marca la diferencia ya de hecho existente. No querían los religiosos verse implicados con los penitentes en el lío socioeconómico de la vida urbana. Los Hermanos ya no pertenecían al mismo mundo; las condiciones en las que surgió el movimiento eran rechazadas ahora por los Hermanos. La Orden había cambiado, y no había vuelta a la primitiva historia franciscana.
¿Continuaba entre los penitentes la historia franciscana? La Iglesia tenía la pretensión de encorsetar jurídicamente el modo de vivir su fe de todos los grupos e iniciativas que pudieran surgir. También a los penitentes del movimiento franciscano les pusieron pronto una regla de vida, en 1289.
La Bula Supra Montem de 1289 da aprobación a la Regla de los penitentes, otorgando carácter jurídico a una Orden, y vinculándola con la de los Menores. El que en la Supra Montem se diga que la «fundación» de la Orden de Penitencia se debe al beato Francisco y se impusiera que los Menores fueran los visitadores de las fraternidades, constituía un testimonio en favor de la relación de los penitentes con los Menores, pero dejando espacios a la autonomía.
No faltaron resistencias a juzgar por el hecho de que el mismo pontífice reforzó la Supra Montem con la Unigenitus Dei Filius, de 8 agosto 1290, dirigida a todos los penitentes de Italia[9],a los que llama hijos degenerados de san Francisco si no aceptan la Regla y a los Menores como visitadores[10].
En Florencia, especialmente, surge uno de los conflictos en la aceptación de la Regla. Los penitentes estaban divididos en negros y grises, fruto de las tensiones entre obediencia al papa y autonomía, respectivamente, representada esta última por el obispo Mozzi, que había llamado apóstatas a los penitentes que habían aceptado la Supra Montem. El papa Nicolás IV dirige una carta a Andrea dei Mozzi, recriminándole la actitud de este grupo «autonomista»[11]. En 1296 se llega a una fusión forzada por obra del obispo Monaldeschi, imponiendo la dirección espiritual de los Menores; pero esta fusión sigue escondiendo un deseo de autonomía de los penitentes, tanto con respecto a los obispos como al papado.
Por fin intervino el cardenal Mateo de Aquasparta, antes ministro general de los Menores, el 8 de abril de 1298, aprobando el Estatuto de unión de los dos grupos de penitentes florentinos[12].
Como vemos, los penitentes querían conservar su autonomía, sin quedar ligados jurídicamente a ninguna congregación religiosa. En los años 1289 y 1290, las comunidades de penitentes se reunieron, para decidir si aceptaban la Supra Montem y para elegir además del visitador, un religioso que acompañara a los seglares[13]. En Bolonia, el 14 de noviembre de 1289, tuvo lugar el capítulo general de los penitentes de Italia, al que asistieron 35 delegados de 24 provincias de Italia; no se celebró en una iglesia franciscana, sino en la parroquia de san Andrés, y presidido por el párroco[14].
Entregas anteriores:
[1] L.TEMPERINI, Carisma e legislazione alle origini del Terzo Ordine di S. Francesco, Roma 1996, 94-109.
[2] INOCENCIO IV, Vota devotorum (13-VI-1247) en B.F. I, 464.
[3] Los penitentes parece que querían unirse a los Menores, pero sin sentirse obligados. En el Memoriale la autoridad de referencia es el obispo, no congregación religiosa alguna.
[4] G.CASAGRANDE, Religiosità penitenziale e città al tempo dei comuni, Roma 1995, 102-103.
[5] M.D’ALATRI, «Ordo paenitentium» ed eresia in Italia, en L’ordine della penitenzia…, o.c., 181-183.
En la Sentenza dell’inquisitore fra Benvenuto da Orvieto contro il terziario francescano Domenico di Pietro Rosse , ibid.,. 196-197, aparece que el tal Domenico es acusado de simpatizante de la herejía cátara.
[6] MUNIO DE ZAMORA, Regula fratrum et sororum ordinis de penitentia Beati Dominici, fundatoris et patris fratrum ordinis predicatorum, en G.G. MEERSSEMANN, Dossier…, o.c. 144-156.
[7] «Esta aventura colectiva que es el movimiento franciscano (…) Promovía un esfuerzo sistemático para cambiar el estilo de relaciones interpersonales y el modo de compartir los bienes. Se enfrentó conscientemente al sistema de apropiación, en suma, a la sociedad cristiana. Luchaba a favor de la solidaridad, del servicio y de una nueva síntesis cristiana. La síntesis utilizaba elementos culturales que servían para la explicación y legitimación de su acción. El movimiento despertó admiración, pero gracias a la astucia de las instituciones cristianas de la época, acabó prematuramente. Francisco fue el protagonista del movimiento; y el santo, al que utilizaron para domesticar al movimiento». Cf. D. FLOOD, Francisco de Asís y el movimiento franciscano, Oñati 1996, 135.
[8] Es la llamada Justificación por san Buenaventura de la reserva de los Menores hacia los penitentes (1266-1268), en Opera Omnia VIII, 368-369.
El autor anónimo da 12 razones por las que los Hermanos no se ocupan de promover la Orden de la penitencia; razones en respuesta a la interpelación con la que comienza el texto de por qué no fomentan los Hermanos la Orden de Penitencia. Por ejemplo, la necesidad de conservar la libertad de acción en el ejercicio del ministerio apostólico; las múltiples dificultades que encuentran, ya en el clero secular, ya en los seglares, para mantener la exención militar y civil y demás privilegios de los penitentes; la sospecha de herejía, con motivo de la asistencia a reuniones más o menos secretas, presididas por seglares, con mengua del prestigio del estado eclesiástico.
[9] NICOLÁS IV, Unigenitus Dei filius (8-VIII-1290) en B.F. IV, 167.
[10] La Supra Montem entra en vigor casi setenta años después del Memoriale Propositi. En este Memoriale, Regla de los Penitentes, el tema de la paz era muy importante, y en concreto, la prohibición de llevar armas y de utilizarlas. En la Supra Montem, el papa permite llevar armas para la defensa de la fe, de la Iglesia de Roma y de las propias tierras, y con la licencia del ministro de la fraternidad. El conflicto de aceptación de la Regla de 1289, vendría, en parte, porque los penitentes no querían aceptar este punto de las armas, que iría contra su conciencia. La posibilidad del uso de las armas no contribuía a ser personas pacíficas ni a trabajar por ello. Cf. M. D’ALATRI, Aetas poenitentialis, Roma 1993, 66-67.
[11] NICOLÁS IV, Ad audientiam nostram (20-IX-1291) en B.F. IV, 292.
[12] G.G. MEERSSEMANN, Dossier…,o.c., 262.
[13] Es el caso de las Ordenaciones de un Capítulo de los Penitentes de la Umbría en el año 1290. Cf. G.G. MEERSSEMANN, Ibid., 177-178.
[14] G.G. MEERSSEMANN, Ibid., 172-176.
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