Seleccionar página

Contemplar, es mucho más que simplemente mirar. Es sumergirse en el misterio que esconde el objeto de nuestra observación y dejarnos empapar por el abrazo que lentamente va develando ese misterio.

Por eso Clara nos da algunas pistas para que podamos sumergirnos en ese apasionante camino que es la contemplación. Fijar nuestra mente, para libres de cualquier pensamiento, podamos centrar toda nuestra atención en lo que sucede, fijar nuestra alma, para cualquier sentimiento que aflore, pueda dirigirse, canalizarse, entregarse, y fijar nuestro corazón en lo único y verdaderamente importante, Jesús. Así, sumidos en el profundo abrazo de Dios, podamos gustar de su dulzura y comprender la simpleza y profundidad del misterio de su amor.

Volvamos una vez más al pesebre, contemplemos ahora con esta nueva mirada a Jesús, recordando las palabras de Clara, déjate transformar por completo en imagen de su divinidad. Mírate como Dios te mira, sentirte como Dios te siente, Amate como Dios te ama. Fija tu mente, tu alma y tu corazón en esa divina sustancia (Cristo mismo en la eucaristía, pero también allí en el pesebre), pues solo un Dios tan grande puede caber en un trozo tan pequeño de pan, solo un Dios tan Grande incapaz de ser contenido por los cielos, pudo hacerse pequeño en el vientre virginal de María.

Contemplar, tal como nos enseña Clara, es despojarse de absolutamente todo lo que en “este mundo falaz e inestable” nos seduce, para centrar todo nuestro querer, en el querer de Dios, para descubrirnos en una relación intima y profunda, con aquel que desde siempre nos ama, porque para eso y por eso fuimos creados, por Amor. Despojarse de todo aquello que nos impide ver con claridad el misterio escondido en la encarnación de Dios que se hace uno de nosotros, así simple y totalmente humano, es hacerse “capacidad de Dios”, dejar que por la gracia, podamos ser úteros, pesebres vivientes que contengan aquello que el mismo cielo no pudo contener.

Que gracia tan admirable, que virtud tan espléndida la que Dios quiso darnos; crearnos a su imagen según el Espíritu y su semejanza según Cristo.

Ofrezcamos, entonces hermanos, en este día, nuestro deseo de sumergirnos en el misterio del Amor de Dios expresado en Jesús que yace en un pesebre, con una mente, un alma y un corazón contemplativo, para que así empapados de él por su misma gracia, seamos simples servidores, testigos, discípulos y misioneros de la Buena Noticia, pasando del evangelio a la vida y de la vida al evangelio. Paz y Bien.

Javier Botto OFS

Podemos ahora, luego de haber descubierto el sentido de la contemplación, introducirnos en la vida de Clara, sus escritos, regla y cartas para mirar con ella la maravilla del niño de Belén.

Los escritos de Santa Clara nos muestran un camino de vida ascética compartido con Francisco, pero con elementos afectivos y emotivos originales. Las intuiciones navideñas de Clara son muchas y están relacionadas, sobre todo, con María, contemplada desde el punto de vista de la maternidad y la pobreza. En su Regla encontramos expresiones como esta: “Y por amor del Niño santísimo, envuelto en pobres pañitos y recostado en el pesebre, y de su santísima Madre, amonesto y ruego y exhorto a mis hermanas a vestir siempre ropas viles” (cap. 2)

Las Cartas de Santa Clara a Inés de Praga rebosan afectividad, sobre todo en lo referente al misterio navideño: “Abrázate a su dulcísima Madre, la cual engendró a un Hijo tal que los cielos no pueden contener y, sin embargo, ella lo acogió en el pequeño claustro de su santo vientre y lo llevó en su seno virginal” (carta 3). Clara, que ha descubierto en sí misma el gran milagro y gozo de la maternidad espiritual, puede exhortar a Inés: “Del mismo modo, pues, que la gloriosa Virgen de las vírgenes llevó a Cristo materialmente en su vientre, tú también, siguiendo sus huellas, especialmente de la humildad y pobreza de él, sin duda alguna puedes siempre llevarlo espiritualmente en tu cuerpo casto y virginal. Y llevarás en ti a Aquel que sostiene a todas las criaturas, y poseerás el bien más duradero y definitivo en comparación con todas las demás posesiones pasajeras de este mundo” (carta 3).

Se recuerda en la Leyenda o Vida de santa Clara cómo ella exhortaba a sus compañeras “a conformarse en su pequeño nido de pobreza a Cristo pobre, a quien la Madre pobrecilla colocó pequeñito en un angosto pesebre. Y este recuerdo especial, casi como joya de oro, lleva siempre escrito en el pecho, para que el polvo de las cosas de la tierra no encuentren por donde entrar” (n. 13).

En estos pocos textos podemos descubrir la profundidad teológica de Clara y su proximidad de Madre, hermana y seguidora del niño de Belén, por ello en este cuarto día del camino nos preguntarnos:

  • ¿Somos capaces de mirarnos como Dios nos mira?
  • ¿Somos capaces de vivir en la simpleza por aquel que en pañales fue recostado en un pesebre?
  • ¿Qué sentido le damos a la maternidad, tanto las mujeres como los hombres?
  • ¿Seríamos capaces de vivir la maternidad con la fuerza transformadora de Clara y sus hermanas?

Comentarios

0 Comentarios