Hace unas semanas publicamos un comunicado del Consejo Nacional de la Orden Franciscana Seglar en Argentina (lo puedes leer aquí) donde se pedía a los hermanos y hermanas que no se politizaran las reuniones de fraternidad y que se cuidara el lenguaje en redes sociales.
El país del Papa sufre una profunda división causada por los últimos gobiernos y acrecentada por los brazos mediáticos de ambos bandos.
Los franciscanos, no solo laicos sino también algunos sacerdotes, no escapan, en tanto seres sociales, a esta división. El caso es que, paradójicamente, una de las principales víctimas de esta situación es el propio Papa Francisco.
Ayer los medios argentinos han dado cuenta de un nuevo “escandalo” del pontífice al hacer pública una carta que Francisco envió a Hebe de Bonafini, líder de las Madres de Plaza de Mayo.
En la misiva Francisco afirma que “No hay que tener miedo a las calumnias. Jesús fue calumniado y lo mataron después de un juicio «dibujado» con calumnias. La calumnia solo ensucia la conciencia y la mano de quien la arroja”.
Suficiente para que algunos medios afirmen que el Papa compara a Hebe con Jesucristo.
Es cierto que la señora de Bonafini es una acérrima defensora del Kirchnerismo y que ha dado claras señales de su anti-catolicísimo (en 2005 deseo a Juan Pablo II “una muerte rápida” y que se “queme vivo en el infierno”. En 1999 tildo al Papa polaco de “cerdo” y en 2008 lideró la toma de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, durante aquella toma, según informaron varios cronistas, orinó y defecó en la zona del altar) pero también es cierto que pidió perdón, según ella misma afirmó, en un encuentro con el Papa en mayo de 2016.
Más allá de las anécdotas me preocupa sobremanera que cada vez más católicos (no solo en Argentina) y muchos franciscanos (y de estos quiero ocuparme) argentinos ataquen públicamente al Papa en sus redes sociales sin ningún miramiento.
Yo no conozco las razones que llevaron al Papa a enviar la carta, no conozco el trasfondo, no conozco lo que Bonafini haya dicho o no al Papa en sus encuentros privados. No conozco “lo que hay oculto en su corazón” y, por eso, no juzgo. Quizás le hubiese recomendado al Sumo Pontífice que no la enviase, que mejor llamase por teléfono, pero… ¿Quién soy yo para recomendar nada al Sucesor de Pedro?
Lo que si conozco es lo que supone ser católico y franciscano y lo que de ello deriva.
Dice el artículo 99 de las Constituciones Generales de la OFS que:
- Como parte viva del Pueblo de Dios e inspirándose en el Seráfico Padre, los franciscanos seglares, “unidos en plena comunión con el Papa y con los Obispos”, traten de conocer y profundizar la doctrina propuesta por el Magisterio de la Iglesia, a través de sus documentos más significativos, y estén atentos a la presencia del Espíritu Santo que vivifica la fe y la caridad del Pueblo de Dios. Colaboren en las iniciativas promovidas por la Santa Sede, de manera particular en aquellos campos en los que son llamados a trabajar en virtud de su vocación franciscana seglar.
- La OFS, como asociación pública internacional, está unida con un vínculo particular al Romano Pontífice, del que ha obtenido la aprobación de la Regla y la confirmación de su misión en la Iglesia y en el mundo.
Sin querer profundizar demasiado en esto, advierto que, lo de estar unidos en “plena comunión con el Papa” “no se trata simplemente de un sentimiento de simpatía, de un interés intelectual por lo que dice, o de actos solamente exteriores de entusiasmo para con él. Hay que estar ligados al Papa con vínculos objetivos, visibles, concretos, con esos vínculos que nos unen entre nosotros en la Iglesia”, en palabras de Mons. Antonio Filipazzi.
La unión “plena” con el Papa implica que sus palabras no se comparan con las opiniones de los teólogos, ni siquiera con la de los obispos, sino que es un criterio determinante para evaluar las doctrinas que se enseñan y se predican en la Iglesia, y las opiniones y las teorías que se difunden en la sociedad… El Papa no necesita nuestros aplausos cuando habla, sino que es necesario que su enseñanza se convierta en el punto de referencia constante para nuestros pensamientos y nuestras acciones.
La verdadera comunión con el Papa pasa, no puede ser de otra manera, por la fiel obediencia a las normas y directrices de la Sede Apostólica.
El Papa no es un político al que elegimos democráticamente para que nos gobierne, al Papa, en eso creemos, lo elige el Espíritu Santo por medios de los cardenales y cada Papa es lo que el Creador cree conveniente para cada tiempo.
Puede gustarnos más o menos las formas de un Papa determinado. Podemos estar, más o menos de acuerdo, con sus acciones. Pero no podemos, bajo ningún concepto ni justificación, atacar públicamente al Papa.
No debemos haceerlo por la misma razón que los hijos no deben criticar en público a sus padres. En la intimidad del hogar podemos dirimir nuestras diferencias, pero no en plena calle.
El daño es mayor cuando los ataques vienen de los propios líderes de las comunidades, fraternidades… y mucho peor, sacerdotes.
Porque mientras nosotros nos erigimos en jueces y juzgamos, públicamente, sin conocimiento, lo que el Papa hace o dice, los de afuera, los verdaderos enemigos de la fe, se frotan las manos.
Es vergonzoso ver algunos hermanos franciscanos atacar al Papa.
Es doloroso verlo.
A ellos, con todo cariño, les recuerdo las palabras del Martin Fierro “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera.”
Paz y bien,
Gabriel López Santamaría, OFS
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