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La comunidad de Alajuelita en Costa Rica concluyó el mes dedicado a su santo patrón: el Santo Cristo de Esquipulas. Se trata de la fiesta patronal más larga que tiene una parroquia en ese país centroamericano, pues comienza el 6 de enero y termina el 31 de ese mes. 

El Santo Cristo de Esquipulas es una imagen de Jesús crucificado, que se distingue por su color negro, en contraste con la mayoría de las imágenes que representan a Cristo de color blanco, con rasgos más europeos. Según explica doña Rocío Badilla, miembro de la Guardia de Honor, esta devoción se extendió desde Guatemala hacia todo América Latina en tiempos de la Colonia, impulsada por los franciscanos que vieron cómo la imagen era acogida con gratitud por los pueblos originarios del continente. 

En Alajuelita, la primera imagen, conocida como “Esquipulitas” data de 1815. No se tienen datos seguros sobre su origen. Sin embargo, es un fecha significativa si se tiene en cuenta que en 1812 las Cortes de Cádiz suprimieron la esclavitud y las mitas en las Américas. Se cree que la imagen del Cristo negro apareció en un predio, junto a una cerca y los vecinos de la comunidad comenzaron una devoción popular que se ha extendido a nivel nacional. En 1834 se mandó a hacer otra imagen que es la que actualmente se mantiene en el altar mayor.

Actualmente, la fiesta se celebra con gran cantidad de Eucaristías, rosarios y visitas al Santuario, además de las tradicionales procesiones del 14 y 15 de enero. Como señala el Padre Esteban Fernández, vicario de la parroquia, llama la atención que “la imagen de un hombre agonizando en una cruz, suscite una fiesta tan llena de vida; y es precisamente porque Él se entregó para darnos Vida”. Durante todo el año, y particularmente en el mes de enero, los alajueliteños y personas de todo el país peregrinan hasta donde el Cristo Negro para suplicar, agradecer, compartir, hacer donaciones, etc. 

Este 14 de enero tuve la oportunidad de participar de la celebración Eucarística y la procesión de la víspera. Ese día la fiesta se caracteriza por ser “para los de casa”. Pues el propio día, el 15 de enero, vienen más peregrinos de afuera. Lo primero que me llamó la atención fue la decoración del templo con mensajes bíblicos referentes a la cruz y, posteriormente, la irrupción de una banda durante la consagración, en un claro reconocimiento de la presencia viva de Cristo en la Eucaristía. 

Al final tuvo lugar la serenata y la procesión con la imagen peregrina del Santo Cristo de Esquipulas. La costumbre es que las personas amarran cintas rojas a la cintura del Cristo y van durante la procesión agarradas a él. Luego esas cintas (conocidas como “medidas”) se cortan y las personas se las amarran en la muñeca, como símbolo de que se porta con uno la sangre del Señor. Este año, al igual que en 2021, los protocolos sanitarios por la pandemia del Covid 19 hicieron que la tradición se tuviera que adaptar. Las acostumbradas “medidas” siempre estuvieron presentes, pero iban en un canasto junto al Cristo y se repartieron los días posteriores, de forma ordenada, a las personas que las habían solicitado previamente. Un momento muy especial fue el canto dedicado al Santo Cristo de Esquipulas compuesto por un alajueliteño y cantado con gran fervor por los participantes. 

El 15 de enero es el día central. Peregrinos de todo el país llegan a visitar el Santuario, aunque por el mismo contexto actual de pandemia se ha reducido mucho la cantidad por cuestiones de aforo. Ese día la misa de 10:00 a.m. fue presidida por Mons. José Rafael Quirós, arzobispo de San José.

El cariño que los alajueliteños tienen al Santo Cristo se hace sentir en el cuidado que dan al Santuario y las atenciones especiales que tienen para con los peregrinos que vienen de afuera. 

Es significativa la forma en que esta comunidad transmite su fe y la cultura vocacional que se vive. Ejemplo de ello es que hay 5 sacerdotes oriundos de Alajuelita, un joven que está en el seminario, una señorita que justo este mes hizo sus primeros votos como monja contemplativa y otra que se está discerniendo su vocación a la virginidad consagrada. 

Los matrimonios también se ven fortalecidos por la devoción al Santo Cristo de Esquipulas. Según comentan, es muy común que, si los padres pertenecen a un grupo de la Iglesia, los hijos luego también se unan a algún movimiento.

En efecto, son aproximadamente 30 adolescentes los que forman parte del Movimiento Juvenil Esquipulas (MoJE), quienes se reúnen durante todo el año y, en el mes de enero, brindan diversos servicios según necesite durante la fiesta.

Contrario a lo que pasa en muchos lugares, esta comunidad ha sabido conservar y transmitir su devoción de generación en generación. 

Testimonio de ello da don Jorge Aubert, quien cuenta cómo de niño sus abuela y su madre lo llevaban siempre a misa y a las procesiones. Luego siendo joven, comenzó a admirar los símbolos y decoraciones que acompañaban a la imagen. De ahí que comenzó a servir como voluntario hasta que actualmente es el sacristán y responsable del ornato del templo. Para él ese es un servicio que brinda con mucho honor y alegría. Para don Jorge “contemplar a la Eucaristía es contemplar el amor mismo traspasado en una cruz. El amor muchas veces se romantiza, pero el amor va más allá”.

Él cuenta que hace dos años su abuela fue internada en el hospital justamente un 14 de enero. Él, después de ir a visitarla y llevarle unas medidas del Santo Cristo, se fue para el templo a cumplir con sus deberes de sacristán. Lo mismo al día siguiente. Recuerda que fue muy duro, pero que hubo muchas personas que estuvieron a su lado y sus amigos le ayudaron a tocar las campanas. El 16 de enero su abuela falleció y don Jorge recuerda aquella experiencia como un signo tangible del amor de Cristo que estuvo junto a él en los momentos más duros. “Sí se llevó a mi abuela, pero es su amor hacia mí. Era una fecha especial, muy importante para uno”, concluye. 

Lo dicho hasta el momento, da fe de lo que expresó el Episcopado Latinoamericano en el documento conclusivo de la Conferencia de Aparecida: la piedad popular es auténtica espiritualidad cristiana. “Es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros” (DA 264). En Alajuelita, de hecho, hay 4 imágenes del Santo Cristo de Esquipulas y una de ellas es llamada “el Cristo peregrino”, porque en el año 2014 el arzobispo autorizó que esta imagen peregrinara por diferentes comunidades.

Con motivo del 170 aniversario se pensó que sería apropiado que la imagen visitara cada mes una de las comunidades cercanas. Sin embargo, con el tiempo, se fue dando un apostolado que la ha llevado a varias diócesis y cerca de 61 parroquias. “Estamos siendo Iglesia en salida, que camina, que comparte. Nosotros somos los custodios de la imagen. Las personas siempre se le acercan a uno, le piden favores, le piden que traigan la petición. Estas se ponen en una canasta en el templo, se traen con mucho cuidado y se dejan a los pies del Santo Cristo. Se pide por ellas los jueves en la Hora Santa y se queman. Nosotros nos comprometemos como comunidad a rezar por lo que están pidiendo las personas en las otras comunidades”. Sintetiza doña Rocío Badilla, quien también coordina las peregrinaciones.

El pasado 30 de enero volví a tener la oportunidad de acompañar a la comunidad durante la “misa de los peregrinos”, a un día de la clausura de la fiesta patronal. Fue notoria la presencia de personas con dificultades motoras. Una de ellas, incluso, entró de rodillas apoyándose en sus muletas. En el costado derecho del templo hay una vitrina donde están expuestos los cientos de exvotos que las personas han llevado al Santuario en signo de agradecimiento por gracias concedidas. 

El templo de Alajuelita es grande y antiguo. Actualmente los locales están realizando actividades para recaudar fondos y darle mantenimiento. Este es el segundo Santuario más visitado de Costa Rica, símbolo de acogida y difusión de una devoción bicentenaria, más antigua incluso que el mismo Estado costarricense. 

 Agradecimientos: 

– Pbro. Enrique Rivero, Rector del Santuario.

– Pbro. Esteban Fernández, Vicario.

– Rocío Badilla, miembro de la Guardia de Honor y responsable de las peregrinaciones de la imagen. 

– Jorge Aubert, sacristán y encargado del ornato. 

– Flor Zumbado, fotógrafa.

Sobre el autor de esta entrada:

Ariana Díaz Acuña

Ariana Díaz Acuña

Teóloga y misionera costarricense.

Licenciada en Teología por la Universidad Teológica de América Central en 2017, diplomada en Pastoral Educativa por el Instituto Teológico Pastoral para América Latina (ITEPAL) en 2014 y diplomada en Doctrina Social de la Iglesia por la Universidad Católica de Costa Rica en 2020.

Ariana es Coordinadora del Capítulo Nacional del Movimiento Laudato si’ en su país y representante de Mesoamérica y El Caribe en el Consejo Continental del mismo Movimiento. Además, es co-líder de la Red de Educación Superior LISTEN Network y miembro de la red de comunicadores católicos Signis Costa Rica. Desde 2019 forma parte de la Red Eclesial Ecológica Mesoamericana (REMAM).

En el pasado se ha desempeñado como docente de secundaria y universitaria, así como Directora Adjunta del Observatorio Laudato si’ de la Universidad Católica de Costa Rica y Directora Académica de la Academia de Líderes Católicos en Costa Rica. En reiteradas ocasiones vivió como misionera en la amazonía peruana, en donde compartió con comunidades campesinas e indígenas amazónicas. .

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