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Cuando un pillo te besa cuenta tus dientes.

Proverbio hebreo

Los cristianos católicos nos hemos visto conmovidos por las historias de abuso sexual por parte de sacerdotes de todo el mundo que salen a la luz décadas después de haberse producido. La investigación del equipo Spotlight del Boston Globe magistralmente narrada por la película que ganó el Oscar de 2016 muestra la red de corrupción de una Iglesia desconocida. A esto se sumaron los nunca aclarados escándalos de los Legionarios de Cristo de México. Los católicos nos hemos preguntado ¿cómo llegó a pasar esto?

Lo que nos resulta más aberrante es la falta de involucramiento de los pastores.Muchos se muestran renuentes a utilizar los recursos propios del Derecho Canónico para investigar y condenar a los culpables. La impresión que se tiene es que actúan cuando intereses económicos o demandas legales los apremian.

Todavía hoy se privilegia a la institución por encima de las personas. Las victimas son los niños inocentes, generalmente pobres, sus familias y también los curas “decentes”. El daño que produce un abusador es irreparable, mucho más porque es acompañado por su condición de “consagrado”.

Las instrucciones de Benedicto XVI y de Francisco para que se practique la “tolerancia cero” con estas situaciones, nos permiten tener esperanzas al respecto.

Las “otras” víctimas

Sin embargo, dentro de las instituciones religiosas hay “otras” víctimas. Sufren de abuso emocional. Nadie habla de esta realidad. No he encontrado ningún texto que ventile este problema. Al igual que los que han sido abusados sexualmente, muchas de estas “victimas” también pierden la fe.   Se desilusionan, dejan de tener confianza en las personas y nunca más participan de una organización religiosa. Muy raramente recuperarán dos de los tesoros que proporciona una creencia: el poder construir y sostener un proyecto de vida y el poder vivirlo participando en una comunidad.

Estamos llamados a vivir en sociedad. La familia, la escuela, las iglesias, el trabajo, los partidos políticos pueden convertirse en un infierno o ayudarnos a ser mejores personas. Y ser mejores personas es ser personas más felices, más plenas, más armónicas.

Quitarles las máscaras a los estafadores morales y conocer su “modus operandi” ayudaría a   sostener la participación de los seglares asumiendo los desafíos y riesgos que implica.

No nos rasguemos las vestiduras. El acoso, la manipulación y otras formas retorcidas de relaciones humanas existen en todas las clases sociales.

Estas personas comparten ciertos rasgos con los casos ya mencionados de abuso sexual.  Son una de las caras del abuso de poder Los conflictos que generan no los puede encauzar ni un mediador.

Este pueblo me honra con los labios

pero su corazón esta lejos de mi. Isaías 29,13

A veces deberemos romper una relación intoxicante. Que el personaje en cuestión sea miembro distinguido y apreciado no nos debe abrumar con la tortura interna de culparnos a nosotros mismos. Muchas veces el abusador nos desconcierta.  Es encantador, seductor, todo el mundo lo escucha embelesado, parece la quintaesencia de la espiritualidad y sin embargo…. No es oro todo lo que reluce.

Comenta Marie France Hirigoyen: “Estos individuos sólo pueden existir si “desmontan” a alguien: necesitan rebajar a los otros para adquirir una buena autoestima y mediante ésta, adquirir el poder, pues están ávidos de admiración y aprobación”.[1] Muchas organizaciones en donde los roles son imprecisos y reina cierta desorganización o aun flexibilidad normativa, proporcionan la brecha necesaria para que estos hermanos se introduzcan y construyan espacios de dominación.

La cara oculta de la luna

Lo que ignoramos es mucho más que lo que vemos. Aunque suceda en instituciones con controles estrictos, a veces se producen filtraciones. El ejemplo más evidente es la contaminación del clero y la vida religiosa. Los laicos ofrecemos flancos aun más vulnerables. Por ejemplo, no se suele averiguar antecedentes del candidato. Hasta es considerado una falta de caridad. Y sin embargo hay personajes que han conseguido escalar las más altas posiciones de la institución. Hay ejemplos de hermanos de conducta reprochable en lo civil. Constituyen un escándalo. Por su incoherencia. Sin embargo, han acumulado servicios en la Orden y en otras comunidades. Todos somos pecadores. Pero una cosa diferente es ser corrupto.

¿Qué buscan? Nada más ni nada menos que legitimar sus transgresiones, su doble vida utilizando a la institución. Como poseen “cualidades” y “aptitudes” para desempeñarse con cierta idoneidad resultan funcionales. Se da una relación de mutuo beneficio. Las consecuencias están a la vista.

A diferencia de la parábola (Lucas 15,4-7) que describe a un pastor que deja las ovejas para ir a buscar a la perdida, en estos tiempos tenebrosos son esas noventa y nueve las que se pierden y el rebaño se queda con una sola.

¿Quién se toma el trabajo de ir a buscar a esas noventa y nueve y ofrecerles de nuevo el lugar que tenían en el rebaño? Hacen falta conductores, sean ministros ordenados, religiosos o laicos con servicio de gobierno que acompañen, que cuiden, que impidan o neutralicen los riesgos que conlleva la convivencia.

Estas opiniones pueden ir en contracorriente de la explicación habitual de que nuestras iglesias se vacían por falta de compromiso. No estoy tan segura que esta cualidad característica de la “modernidad liquida” sea la única causa de estas deserciones.  Tal vez sea la explicación que más nos tranquilice.

 

Lee las publicaciones anteriores de esta serie en: https://www.pazybien.es/category/lobos/

 

[1]Marie France Irigoyen, El acoso moral-Paidos 1998, pagina 13

 

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