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Varias generaciones han experimentado dentro del escepticismo, la incredulidad, el fatalismo y la esperanza el tema de la protección de la Amazonía como fuente de vida para todos los seres humanos, por ser el pulmón del mundo y tener un incalculable inventario de fauna y flora, que cuenta con una de las mayores fuentes de agua dulce como es el gran río Amazonas, catalogado como el más caudaloso del planeta.  Otra riqueza de suma importancia que contiene la Amazonía son las numerosas comunidades indígenas contactadas y otras en aislamiento voluntario que conservan una cultura rica en lenguas, sabiduría de vida, buen vivir, medicinas y tradiciones mitológicas que han permitido un perfecto equilibrio entre el ser humano y su entorno vital.

El papa Francisco ha realizado diferentes llamados a proteger el medio ambiente especialmente con la encíclica Laudato Si, así como en los discursos pronunciados en sus visitas pastorales a los países de Colombia (2017) y Perú (2018).  Nuestra Iglesia con el fin de no quedarse solo con el reflexionar acerca del impacto ambiental negativo sobre la Amazonía, ha fundado la Red Eclesial Pan Amazónica (REPAM) para que las numerosas jurisdicciones eclesiásticas, comunidades religiosas, laicos y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales aúnen esfuerzos para configurar acciones que contrarresten toda modalidad que vaya en contra de este gran bioma y de los pueblos indígenas, en definitiva, de la vida.

El panorama descrito tiene que llevar a los capuchinos a no quedarse “balconeando” este caos ambiental en al Amazonía sino a tener la obligación moral y carismática de involucrarse[1] en este escenario creacional en pro de su cuidado y defensa.  El tener a San Francisco de Asís como fundador y ser proclamado como patrono de la ecología, exige que tomen opciones valientes y preferenciales por el jardín amazónico que Dios ofreció al hombre y a la mujer para que lo labrara y los cuidara (Gn 3, 23).

Para que los capuchinos puedan tomar o retomar opciones en pro del cuidado de la creación teniendo como prioridad la ecología humana, el papa Francisco invita a renovar el encuentro personal con Jesucristo o dejarse encontrar por Él[2] y convertirse en profetas y mensajeros de su Evangelio[3], de las buenas noticias, de la salvación integral.  San Francisco de Asís, en el siglo XIII, se encontró con el Crucificado que le inspiró reparar su Iglesia que estaba en ruinas, más tarde se encontró con el Evangelio que le definió la forma de cumplir con la misión encomendada mediante la pobreza, la penitencia (continua conversión), la minoridad (sin búsqueda de protagonismo), la fidelidad eclesial, la observancia del santo Evangelio y la fraternidad cósmica.

Encontrarse con Jesucristo implica dejarse renovar personal y comunitariamente con la novedad del Evangelio que hace romper con los esquemas pastorales instalados y probados para dar paso a la creatividad divina volviendo a las fuentes que señalan nuevos caminos y métodos creativos[4].  San Francisco de Asís no quiso reparar la Iglesia siendo monje que era lo más normal dentro de la estructura eclesial del siglo XIII, sino que eligió ser fraile, ser hermano de todos y de todo, siendo peregrino para configurar una Iglesia en salida[5] que salga al encuentro de Jesucristo principalmente en los leprosos, los pobres, sus hermanos y la creación, en definitiva, para tener “olor a oveja”.[6]

Es cierto que los capuchinos fueron una de las comunidades religiosas que primerearon[7] en la Amazonía cuando muchos frailes europeos llegaron hace más de 100 años a esta área geográfica suramericana y abrieron trochas para que los valores evangélicos de la paz y el bien llegaran hasta los más recónditos lugares de la selva.  Primearon porque fundaron parroquias, colegios, poblaciones, internados indígenas y obras sociales.  Fueron uno de los primeros que realizaron estudios etnográficos, lingüísticos y sociológicos que permitieron comprender el modus vivendi de las comunidades indígenas.

El papa Francisco está haciendo un llamado a la Iglesia y a los capuchinos a “Primerear”, a volver a tomar la iniciativa de atender el clamor y el llamado de los pueblos indígenas a no dejarlos solos, a volver con fuerza y contundencia pastoral, pero sin el más mínimo protagonismo, a apostarle a la vida, a aportar el granito de arena carismático en bien del cuidado integral de la Amazonía.  Están llamados “acompañar” a los pueblos ancestrales del gran Amazonas en sus desafíos ante la indiferencia de algunos gobiernos de los nueve países que tienen injerencia en este territorio vital y la voracidad de las multinacionales que a cualquier precio y vidas trata de despojar a los indígenas sus territorios con el fin de extraer del suelo y de los ríos materiales que son preciados por naciones del “primer mundo”.

 

Volver la mirada hacia la Amazonía significa que los capuchinos no se quedarán pasivos en los conventos y templos ante esta realidad desafiante[8], significa arriesgar, re-estructurar, ser eclesiales y obedientes a nuestra Iglesia, significa dejar miedos, y los excesivos cálculos económicos y de hermanos, dejar el “exceso de diagnóstico”[9] para evaluar la factibilidad de este llamado eclesial, significa quitar el predominio de lo administrativo sobre lo pastoral[10].  El papa Francisco prefiere “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”,[11] es decir, salir de la “globalización de la indiferencia”[12] hacia el hermoso jardín de la selva amazónica que está siendo devastado.

 

“Optar por la fraternidad”[13] como lo hizo San Francisco de Asís, conlleva a construir una permanente cultura del encuentro para descubrir a Jesús en el rostro de los indígenas, “en su voz, en rus reclamos”[14] para crear “vínculos profundos y estables”.[15]  La cultura del encuentro, la fraternidad cósmica implica asumir con Jesús crucificado, las agresiones injustas o ingratitudes en busca de la felicidad de los demás.[16]

 

El Sumo Pontífice hace referencia al importante papel que tienen las universidades y las escuelas católicas en anunciar el Evangelio de forma interdisciplinaria e integradora[17].  Estoy seguro que la única universidad con la que cuentan los capuchinos en conjunto con las numerosas escuelas y colegios que acompañan en distintos países, son verdaderos medios que permiten tomar consciencia del cuidado del medio ambiente y de realizar aportes en beneficio de la Amazonía. No hay duda que un eje transversal de la educación lo integra la educación ambiental y más si son instituciones educativas con impronta franciscana-capuchina para establecer relaciones fuertes entre el ser humano y su ecosistema.  Los planteles educativos capuchinos no pueden estar desvinculados de la misión de los capuchinos en la Amazonía.

 

El Magisterio de la Iglesia, la Palabra y los Padres de la Iglesia animan el compromiso con la búsqueda del bien común, es decir, de la política, el papa Francisco refuerza esta tarea tomando las siguientes palabras de los obispos católicos de Estados Unidos: “el ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral”[18].  La búsqueda del bien común comprende que los capuchinos trabajen por la paz, la justicia, la dignidad de la persona humana,[19]  que tengan opción preferencial por los pobres[20], por los seres frágiles e indefensos como también lo es la creación y en este caso por la Amazonía.[21]  El papa Francisco quiere “una Iglesia pobre para los pobres”[22], tal cual como lo hizo San Francisco de Asís con los leprosos y con los pobres de su tiempo. “Si bien el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política, la Iglesia no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia”.[23] Los capuchinos están llamados a fortalecer en cada circunscripción el trabajo de las comisiones capuchinas de Justicia, Paz e Integridad con la Creación (JPIC).

 

Tomar la Amazonía como una de las opciones preferenciales de los capuchinos “implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra.  Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valore y fragilidades.  La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos…Todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor”[24]

 

Optar por la Amazonía, es asegurar la llegada de nuevos jóvenes a consagrar sus vidas y sus sueños en Jesucristo por medio de la vida capuchina.  El papa Francisco nos explica que el fervor apostólico de las comunidades entusiasma las vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida consagrada.[25]  “Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas”.[26]  “¡Que bueno es que los jóvenes sean <callejeros de la fe>, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!”

 

En alabanza de Cristo y del pobrecillo de Asís, amén.

 

 

Hno. Manuel Alfonso Vargas Reales OFMCap.

Leticia, Amazonas, 20 de marzo de 2018.

Fray Manuel Alfonso (celebrante) con habitantes de la Amazonía.

 

 

[1] Papa Francisco, Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, Nro. 24.

[2] Ibid., Nro. 3.

[3] Ibid., Nro. 4-5.

[4] Ibid., Nro. 11.

[5] Ibid., Nro. 20.

[6] Ibid., Nro. 24.

[7] Ibid., Nro. 24.

[8] Ibid., Nro. 15.

[9] Ibid., 50.

[10] Ibid., 63.

[11] Ibid., 49.

[12] Ibid., 54.

[13] Ibid., 91.

[14] Ibid., 91.

[15] Ibid., 91.

[16] Ibid., Nro. 91.

[17] Ibid., Nro. 134.

[18] Ibid., Nro. 220.

[19] Ibid., Nros. 218-219.

[20] Ibid., Nro. 199.

[21] Ibid., Nro. 215.

[22] Ibid., Nro. 198.

[23] Ibid., Nro. 183.

[24] Ibid., Nro. 183.

[25] Ibid., Nro. 107.

[26] Ibid., Nro. 107.

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