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El Juez Mohamed Mahmoud Abdel Salam inicia su presentación de la tercer encíclica del Papa Francisco Fratelli Tutti haciendo referencia a que algunas ciudades y pueblos, estos son reconocidos gracias a importantes monumentos emblemáticos.  Roma es conocida por la capilla de Sixtina.  París, la Torre Eiffel, El Cairo es conocida por las pirámides, los minaretes de Al-Azhar y los campanarios de sus iglesias.

Recientemente han surgido otros dos “monumentos” del cristianismo y del Islam, que han enriquecido estos símbolos con un nuevo pilar de la verdad, el bien, la libertad y la fraternidad. Cuando se mencionó “La Fraternidad Humana”, a las mentes libres y a los corazones conscientes les vienen a la cabeza dos figuras importantes: el Papa Francisco y el Gran Imán Ahmed Al Tayeb, Jeque de Al-Azhar

Estos dos hombres se han convertido, juntos, en un nuevo emblema y en un nuevo monumento, no solo para un determinado país o para un determinado pueblo.

Se convirtieron en un símbolo fuerte, una idea noble, la idea de la “Fraternidad Humana”, y Dios, con su misericordia hacia las personas, ha puesto a estos dos ilustres símbolos al servicio de estos elevados conceptos humanos.

Lo que estamos presenciando en el Vaticano, empezando por su máxima autoridad, demuestra que estamos avanzando en la dirección correcta y que el pensamiento creativo y fundacional de una nueva visión, se está proyectando hacia horizontes superiores en el tiempo y en el espacio.

Con la firma del “Documento sobre la Fraternidad Humana”, nacieron en el Papa Francisco reflexiones sobre la realidad de las naciones, reflexiones que, en unas ocasiones, se han hecho públicas y en otras no. Ahora, tomando como punto de partida este estado de cosas, y gracias a su clara intuición, el Papa has escrito palabras directas y valientes, que solo temen a Dios, refiriéndose a las tragedias que afrontan las personas débiles, cansadas y desesperadas.

A pesar de que en la última década había participado en las diversas etapas del camino de la Fraternidad Humana entre el Papa y el Imán, cuando pude leer esta Encíclica sobre la Fraternidad y la Amistad Social, percibí, entre sus líneas, un gusto refinado, una sensibilidad incisiva y la capacidad de expresar los temas de la fraternidad humana de una forma que orienta al mundo. Es un llamamiento a la concordia que se le hace a un mundo en discordia, así como un mensaje claro en favor de una harmonía, individual y colectiva, con las leyes del universo, del mundo y de la vida. Se trata de un argumento que se basa en razonamientos claros, fundamentados en la verdad y practicables en la vida real y en el mundo concreto.

Como joven musulmán, estudioso de la Sharía (ley islámica) y de sus ciencias, estoy, con mucho amor y entusiasmo, de acuerdo con el Papa y comparto todas las palabras expresadas en la Encíclica. Sigo, con satisfacción y esperanza, todas sus propuestas, presentadas con un espíritu solícito para el renacimiento de la fraternidad humana.

En esta encíclica, el Papa se pone en guardia, sin contemplaciones, contra la pérdida del sentido social y contra las ideologías impregnadas de egoísmo que se celan detrás de presuntos intereses nacionales [1]. Nos advierte también del riesgo de la globalización y de sus consecuencias, que tal vez nos habrá acercado, pero que sin lugar a dudas no nos convertirá en hermanos [2].

Me alegró poder leer la dura crítica que dirige el Papa a lo que él califica como «el fin de la conciencia histórica», con la grave infiltración cultural de esta teoría, basada en la desintegración de la herencia cultural, y con la creación de generaciones que desprecian su patrimonio histórico y su propia historia con toda su riqueza cultural [3] .

Cuán grande es el Papa cuando advierte a los pueblos de los peligros que conlleva esta nueva forma de colonialismo, experto en la manipulación de conceptos extremadamente importantes y sensibles, como la democracia, la libertad, la justicia, y la unidad, utilizándolos como medio de control, dominación y arrogancia, vaciándolos de su significado, para justificar sus acciones [4] .

Cuán creativo es en el ámbito de los derechos humanos, cuando plantea las nuevas formas de injusticia, de explotación del hombre y la negación de su dignidad [5], la injusticia hacia la mujer [6] y condiciones similares a la esclavitud, de las que tantas personas son víctimas hoy en día. El Papa considera, con razón, que la persecución por motivos religiosos o étnicos, y otras violaciones de la dignidad humana, son aspectos de una “tercera guerra mundial a pedazos” [7].

Qué grande es el Papa, cuando aborda la raíz de la cuestión de los migrantes y refugiados, reiterando que la dignidad humana ha caído en la frontera entre Europa y el Tercer Mundo [8].

El Papa ha querido también afrontar una cuestión de extrema actualidad, hablando de las pandemias y de otras tragedias que acontecen en la historia [9], pidiéndonos que nos replanteemos nuestro estilo de vida y forma de organizar nuestras sociedades.

A diferencia de lo que me suele ocurrir cuando preparo una ponencia, me he sentido en armonía con las palabras del Papa. Me ha conquistado su franqueza y su claridad en los pasajes que he citado. 

Estoy convencido de que esta Encíclica, junto con el Documento sobre la Fraternidad Humana, volverán a poner en marcha el tren de la historia, que se detuvo en la estación de este orden mundial, arraigado en la irracionalidad, con su injusticia, soberbia y violencia colonial. Espero que esta Encíclica, junto con el Documento sobre la Fraternidad Humana, puedan tener un considerable efecto disuasorio contra la falsedad, en todas sus formas y expresiones, y que puedan ser la base, o el factor más importante, para el nacimiento de un nuevo orden mundial, basado en la sacralidad de la dignidad y de los derechos humanos, como afirmó el Papa, y no en el desprecio, la esclavitud y la explotación del hombre. 

Espero también que esta Encíclica pueda llegar a manos de los políticos y de quienes están llamados a tomar decisiones, para que les ilumine y les ayude a salir de este estado de irracionalidad en el que vive el mundo de hoy.

Pero pueden calar estas hermosas ideas y estos conceptos nobles en el mundo real de hoy? Creo que esto es posible. 

Quiero ofrecer una modesta contribución en este sentido, hemos considerado oportuno, junto con mis colegas del Comité Superior para la Fraternidad Humana, convocar un Foro para unos 100 jóvenes, provenientes de diferentes partes del mundo, y organizar jornadas de estudio dedicadas a esta Encíclica, en Roma, en Abu Dabi y en Egipto, donde los participantes se dedicarán a la reflexión, al estudio y al diálogo libre y profundo. Al hacerlo, la Encíclica llegará a los jóvenes pertenecientes a otras religiones y grupos étnicos, con la esperanza de que pueda constituir un paso en la dirección correcta, hacia una fraternidad humana mundial.

En esta fase decisiva de la historia de la humanidad, nos encontramos ante una encrucijada, por un lado, la fraternidad universal en la que se regocija la humanidad y por otro, una miseria aguda que profundiza el sufrimiento y las privaciones de las personas. El camino de la fraternidad es a la vez un camino antiguo y nuevo, que se renueva y se recorre a la sombra de los valores espirituales y morales, y se rige por el equilibrio y la harmonía entre ciencia y fe, entre este mundo y la vida venidera. Apoyémonos, pues, en el camino de la fraternidad, del conocimiento recíproco y de la colaboración, para alcanzar la meta donde se encuentran nuestros objetivos, el bien de toda la humanidad.

Estamos a favor de la unión de las energías religiosas para afrontar la discriminación, el racismo y el odio. Y al mismo tiempo, trabajamos por la consolidación de nuestra propia doctrina, por la profundización de sus aspectos específicos y para evitar la desunión o desintegración. Este es el objetivo de toda persona fiel a su religión.

La fraternidad universal sigue siendo, ayer, hoy y mañana, una necesidad absoluta para el mundo entero y es esencial para la salvación. Porque dará vida a una civilización equilibrada y feliz, con el hombre como centro, independientemente del color de su piel, sexo, idioma y religión.

Por último, dirijo estas palabras a Su Santidad el Papa Francisco y al Gran Imán de Al-Azhar:

Vuestros esfuerzos y vuestra lucha en favor de la convivencia humana y de la fraternidad mundial, que culminaron con el Documento sobre la Fraternidad Humana, que proclamaron el año pasado en Abu Dabi, es un acontecimiento sin precedentes en la historia Moderna, representan un punto de inflexión en el mundo árabe y musulmán, y un rayo de luz para el mundo entero. Vemos cada día a jóvenes que se encuentran en torno a los príncipes de la fraternidad y de la convivencia, y percibimos una apertura, sin precedentes, en las relaciones dentro de los fieles de otras religiones. Vemos también que muchas personas, que se han cerrado mentalmente a miembros de otras religiones, han empezado a replantearse su forma de pensar.

Les prometo que, junto con mis colegas del Comité Superior para la Fraternidad Humana, continuaremos trabajando con fidelidad para que este documento se convierta en una realidad vivida por todos, a través de iniciativas concretas y ambiciosas del Comité.

Recibiendo así el apoyo leal y sincero de Su Alteza Sheikh Mohammad Ben Zayed Al Nahyan, un auténtico líder árabe que hace honor a su compromiso con usted para la aplicación de los principios del documento sobre la Fraternidad Humana, para que puedan dar los frutos deseados, en favor de cada persona sobre la faz de la tierra, cualquiera que sea su religión, su sexo o su raza.

Gracias, Papa Francisco, por esta Encíclica fuerte y valiente.

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[1] Encíclica del Papa Francisco «Todos los hermanos», número 11.
[2] Encíclica del Papa Francisco «Todos los hermanos», número 12.
[3] Encíclica del Papa Francisco «Todos los hermanos», número 13.
[4] Encíclica del Papa Francisco «Todos los hermanos», número 11.
[5] Encíclica del Papa Francisco «Todos los hermanos», número 22.
[6] Encíclica del Papa Francisco «Todos los hermanos», número 23.
[7] Encíclica del Papa Francisco «Todos los hermanos», número 25.
[8] Encíclica del Papa Francisco «Todos los hermanos», del número 37 al 41.
[9] Encíclica del Papa Francisco «Hermanos todos», del número 32 al 36.

Texto original: http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2020/10/04/0505/01161.html#GIUDICE

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