Transcribimos a continuación algunos de los momentos de La Ventana con fray Gabriel Gutierrez, fray «Ñero»
¿Porque fray Ñero?
En Colombia es un término de lo más despreciable que tenemos para definir una persona. El ladrón, el que hace daño en las calles, el que viste mal, el que huele mal, el que hace daño en todas partes, así la gente llama a seres humanos. Pero este es un término que la gente en situación de calle inventaron, para ellos significa compañeros y que me llamen compañero es un honor muy grande para mí como sacerdote y como franciscano.
Durante la pandemia se nos ha pedido que nos quedemos en casa y nos limpiemos las manos regularmente ¿Cómo hace una persona que vive en situación de calle para quedarse en casa o para limpiarse su mano cuando no tiene agua? ¿Cómo se está viviendo la pandemia en los habitantes de calle en Bogotá?
Colombia es un país de 50 millones de habitantes, de los cuales 30 millones de colombianos viven en empobrecimiento a pesar de que somos un país riquísimo en muchos aspectos. 30 millones de colombianos vive de la informalidad, de la informalidad de la formalidad y por lo tanto confinar en sus casas a la informalidad cuando los estados no tienen proyectos fuertes, especialmente sociales para acompañar estos estos procesos es confinarlos también a la muerte y confinarles también un poco al desprecio a la tristeza y el dolor, por lo tanto la situación de Colombia en este momento: tenemos 30.493 hermanos contagiados, casos confirmados en Colombia, de los cuales han muerto 969 pero todos los días vamos en aumento, más de 1000 personas que están siendo positivos en el país.
De esos 30 millones de habitantes, tenemos 40 mil personas que viven en las calles, en condiciones supremamente infrahumanas y los estados que legislan para todo el mundo, sin distinguir ni separar, envían a las personas a las casas, cuando las casas de nuestros ciudadanos habitantes de calle son los caños podridos, los puentes, los parques, los atrios de las iglesias y otros grandes lugares donde no tienen otra situación, otra forma de vivir sino allí, hacinados en su propia miseria, en su propio dolor.
Digo muchas veces que nos resulta fácil, a muchos católicos, arrodillarnos frente a Jesús-eucaristía, cuando están en un altar adornado con flores, en una custodia dorada, pero resulta muy difícil arrodillarnos frente al Cristo que está también vivo en el pobre, en el hermano. ¿Cómo hacer para romper esa barrera? ¿Cómo hacer para romper esa reticencia inicial y acercarse a ese hermano que esté en esa situación de vulnerabilidad?
Yo creo Gabriel y apreciados hermanos en todo el mundo, que el nombre de este programa “asomarse a la ventana” nos da una de las ideas maravillosas de cómo los cristianos tenemos que aprender y a comprender lo que significa callejear la fe. El Papa Francisco nos dice “cuando yo voy por las calles y pasó por encima de unos bultos, de unos bultos para no tropezarme o ensuciarme y de pronto me detengo, me asomo a la ventana del mundo, digamos así para entender este programa, me asomo a la ventana del mundo con otra mirada, una mirada totalmente evangélica, una mirada que no está escondida en muros, ni en templos, ni en la iglesia, ni en estructuras, es una mirada evangélica. Cuando yo me regreso dice el Papa, sobre ese bulto y lo destapó lo que encuentro son rostros, rostros de seres Humanos.”
Esos son los rostros que ya el documento de Puebla, hace 40 años, despertó. Los rostros en América Latina, de los pueblos indígenas, de los pueblos negros, de los pueblos empobrecidos y que le aumentamos hoy los rostros de los miles de migrantes que van pasando por este continente y ustedes en Europa también tienen lo mismo.
Cuando me acerco y me asomo y veo con los ojos del evangelio, lo que encuentro es un verdadero altar, un verdadero templo, ese es el templo del señor, los rostros en aquellos que están siendo maltratados, en aquellos que por múltiples situaciones tienen que vivir situación de calle.
Lo que aquí me encuentro son seres humanos con profundos dramas en el interior y en el corazón, que además de comida y ropa que nos están pidiendo, lo que nos están exigiendo es reconocerlos como seres humanos, como iglesia, como personas, como Cristo que sigue sufriendo hoy en las calles.
Entonces tenemos que asomarnos y tenemos que ver el mundo con los ojos de Cristo.
Ayer salía a las calles y descubrí en las calles a una recogiendo comida, recogiendo un pan, se sentó en la esquina y con sus manos corto el pan y comenzaron a llegar cantidad de palomas y él comenzó a comer con las palomas.
Me acerque a esa persona y lo que encontré no fue un bulto miserable y sucio, sino un ser humano que ama a los animales, que tiene sentimientos en el corazón, que expresa su bondad y que expresa su generosidad y que como la viuda comparte lo poco que tiene. Esos son los seres humanos que tenemos que aprender a ver, por eso arrodillarnos delante del altar tiene sentido cuando hemos descubierto el altar del mundo, el altar del mundo donde hay miles y miles de seres humanos que necesitan ser acogidos, cuidados, atendidos y defendidos.
Mira la la participación completa de fray Gabriel en «La Ventana de pazybien.es»
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