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El pasado 14 de setiembre la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos ha hecho pública una carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales, en la que el prefecto de la misma, el cardenal Robert Sarah, les dice “Es urgente volver a la normalidad de la vida cristiana con la presencia física en la misa, donde las circunstancias lo permitan: ninguna transmisión es equiparable a la participación personal o puede reemplazarla”

El prefecto recuerda que «la dimensión comunitaria tiene un significado teológico: Dios es relación de Personas en la Santísima Trinidad» y «se pone en relación con el hombre y la mujer y los llama, a su vez, a la relación con Él». 

Así, «mientras que los paganos construían templos dedicados únicamente a la divinidad, a los que el pueblo no tenía acceso, los cristianos, en cuanto gozaron de libertad de culto, construyeron inmediatamente lugares que eran domus Dei et domus ecclesiae, donde los fieles podían reconocerse como una comunidad de Dios». Por esta razón «la casa del Señor presupone la presencia de la familia de los hijos de Dios».

«Tan pronto como las circunstancias lo permitan, –afirma el cardenal Sarah–  es necesario y urgente volver a la normalidad de la vida cristiana, que tiene como casa el edificio de la iglesia y la celebración de la liturgia, especialmente la Eucaristía, como ‘la cumbre hacia la que tiende la acción de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de la que emana toda su fuerza’».

En la carta el purpurado «confía en la acción prudente, pero firme, de los Obispos para que la participación de los fieles en la celebración de la Eucaristía no sea catalogada por las autoridades públicas como una ‘reunión’, y no se la considere comparable, y ni siquiera subordinada, a formas de agregación recreativa». «Un principio seguro para no cometer errores es la obediencia. Obediencia a las normas de la Iglesia, obediencia a los obispos. En tiempos de dificultad (por ejemplo, pensemos en las guerras, en las pandemias) los obispos y las conferencias episcopales pueden dar reglamentos provisionales a los que hay que obedecer”.

Concluye la carta el prefecto de Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos diciendo: “La Iglesia protege a la persona humana «en su totalidad» y «a la debida preocupación por la salud pública la Iglesia une el anuncio y el acompañamiento hacia la salvación eterna de las almas». 

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