Estas tierras de América Latina, tienen una historia de víctimas humanas inocentes,
de culturas destruidas y etnocidios que han quedado impunes, de memorias
contadas por los opresores y conquistadores; estas tierras tienen una memoria de
sangre martirial; de líderes y lideresas que enfrentaron el sistema eurocatólico;
tensiones en la misma jerarquía y religiosos católicos por ser defensores de la
cultura y pueblos que habitaban estos territorios. Una historia Latinoamericana de
genocidios, desaparición de la biodiversidad y sus ecosistemas, por el afán de
poder económico. En estas tierras se siguen escuchando gritos de liberación,
cantos de esperanza y fiestas que rehacen la identidad de pueblo. No han podido
quitarnos la esperanza y alegría a este pueblo que camina, aun cuando son años
de dictaduras, la represión de los ejércitos, las oligarquías nacionales y los líderes
cristianos aliados del gran capital. Estos pueblos con identidad y rostros concretos
que muestran la belleza de la diversidad que surgió del Dios creador que es dador
de VIDA.
El extractivismo es el comportamiento del capitalismo en expansión y depredación
en este tiempo. Tenemos una herencia extractivista de más de 500 años, que trajo
el colonialismo y etnocidio. El mundo en el que vivimos, es expresión del sistema
estructurado por el capitalismo en los últimos 35 años. Este mundo, ha sido
modelado por un sistema violento, patriarcal y extractivista, donde los actores son
los grupos de poder económico, no los Estados, mucho menos el pueblo.
En estos momentos, los Estados de esta región de América Latina, no están atendiendo la crisis de salud pública, que en realidad, es muestra de una crisis integral: tanto en
lo social, cultural, económico, político y ambiental; esta crisis social tiene sus raíces
en una inequidad, desigualdad e injusticia ambiental, provocada por el saqueo
realizado por los grupos de poder económico, que han priorizado un sistema de
mercado que transforma todo en mercancía. Estos territorios donde los pueblos
originarios o ancestrales están llevando la peor parte. La pandemia, ha devalado
que los cuerpos humanos y sociales ya estaban afectados por un sistema que
enferma y trata de manera violenta a los más frágiles que compartimos “la hermana
madre tierra”.
Es importante reconocer y hablar de “cuerpos territorios”, donde nuestro cuerpo
está integrado con la tierra y el agua, con cada ser viviente que es parte de la Creación.
Somos un solo cuerpo habitado, donde la vida se desarrolla. En realidad, estamos
vinculados en una interdependencia entre los humanos y el territorio, entre los
pueblos y las criaturas pertenecientes a la comunidad de vida. La crisis en nuestros
cuerpos y territorios solo ha sido aumentada por el virus. Todas las culturas con su
diversidad e identidad son parte de esta CASA COMÚN, con la tarea de cuidarla y
desarrollarla en vistas al sentido de una vida plena y abundante.
Texto de Fray René Arturo Flores, OFM
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