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Ya está en las librerías la reedición de Motivos de San Francisco, un libro que la Premio Nobel 1945 siempre quiso publicar en vida, pero que no alcanzó a ver. El volumen refleja la particular relación que Mistral tuvo con la figura del santo italiano.

Cuando a Lucila Godoy Alcayaga, o Gabriela Mistral, le preguntaban cuál era el sueño de su vida, respondía: “Quiero escribir una biografía de San Francisco de Asís”; una respuesta impensada para una mujer que escribió los desgarradores Sonetos de la muerte, o el muy feminista Todas íbamos a ser reinas. Lo cierto es que no era una idea al vuelo.

“Ella siempre pensó escribir una biografía de San Francisco de Asís -explica a Culto el poeta Jaime Quezada, uno de los destacados investigadores de la obra de Mistral-. En los períodos de descanso que tuvo en México, cuando iba al Lago de Chapala, o al Lago de Pátzcuaro, en medio de la contemplación y la tranquilidad de los paisajes, siempre iba con una estampita de San Francisco. Allí empezó a escribirlo y era el primer libro de prosa que quería publicar”.

Acostumbrada a bautizar sus trabajos con nombres poco comunes a los cánones literarios (a sus textos para periódicos les puso “recados”, por ejemplo), Gabriela tenía un nombre pensado para su biografía sobre el santo: Motivos de San Francisco, le llamó.

Gabriela Mistral.

Esos Motivos, que estaban descontinuados en el acervo bibliográfico de la Premio Nobel de Literatura 1945, acaban de llegar a las librerías chilenas a través de Ediciones UDP bajo el título de Motivos de San Francisco y otras prosas cristianas. La edición -realizada por Sebastián Astorga- compila el material que fue publicado en ediciones anteriores y más el llamado Legado de Gabriela Mistral, sus archivos donados por Doris Atkinson en 2007 y que se encuentran en la Biblioteca Nacional.

Del budismo al santo

Tratándose de Gabriela Mistral, evidentemente no se conformaba con escribir una biografía tradicional, narrada con la pulcritud y frialdad de una latera enciclopedia. La autora de Lagar sacó toda su pulida y refinada pluma para hablar del santo. De hecho, tampoco estaba interesada en contar los típicos datos duros, más bien, se preguntaba por cosas menos celestiales. Por ejemplo, en una parte especula cómo hubiera sido su cuerpo.

“Dicen que de fino parecía que pudiera dispersarlo el viento. Echaba poca sombra; la sombra es como una soberbia de las cosas, esa del árbol que pinta el césped o esa de mujer que pasa empañando un instante la fuente. Apenas echaba sombra el Pobrecillo. Era pequeñito. Como cruza un cabrileo por el agua, cruzaba él por los caminos, y más se le sentía la presencia que se le vía la forma”.

También especuló por su pelo: “Los cabellos de San Francisco eran no más que vientecillo en las sienes”.

Pero no todo era prosa en clave poética. También hay datos biográficos, pero narrados en su particular estilo: “Francisco nace en Asís en el mes de septiembre de 1182, probablemente el 26; no se ha podido establecer la fecha precisa. Ignoramos, pues, el día en que llegó al mundo este Francisco, señor de la Edad Media, y sabemos muchísimas cosas de los bandoleros de su tiempo y hasta de los achaques que sufría tal o cual emperador”.

Incluso, hay una conmovedora oración que Mistral compuso en 1943, cuando residía en Petrópolis, Brasil, una vez que su sobrino, Juan Miguel Godoy “Yin Yin”, se suicidó a los 18 años. En el rezo, le pide al santo por su alma. “San Francisco de Asís, con esa delicadeza que adormecías palomas sobre tu pecho de palomo, toma un rato a mi Juan Miguel, y dale la compañía bienaventurada de tu pecho. Dile, tú, que lo cuidas y lo guías. Y tus palabras se le queden como rocío sobre las sienes”.

¿Por qué Gabriela Mistral tenía esa admiración por San Francisco de Asís? Jaime Quezada responde: “Por lo que Francisco representaba en su época, el siglo XII. Esta actitud de humildad, de sencillez, de vivir en pobreza. Era un joven que había nacido en un hogar acomodado y abandonó a su familia para dedicarse a su pasión religiosa y espiritual. Gabriela Mistral admiraba ese sentimiento”.

Por su lado, Pedro Pablo Zegers, director de la Biblioteca Nacional y un destacado investigador del trabajo de Mistral, apunta: “Es lo que yo llamo vidas ejemplares, yo creo que eso fue lo que la cautivó y la motivó. A tal punto que ella terminó siendo incorporada como hermana de la Orden Tercera de San Francisco y en su testamento, les legó a los franciscanos de Chile los derechos de su obra que se editen en esta parte del continente. Además, les entregó en custodia la medalla y el diploma del Premio Nobel de Literatura, hasta hoy”. Quienes quieran acudir a verlos, se encuentran en el Museo de arte colonial San Francisco, en la Alameda.

Publicado primero en La Tercera

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