“La hermana madre tierra”, así llamo a la Tierra, Francisco de Asís, con toda reverencia y respeto, por ser donde habitamos, donde existimos y nos alimentamos, “la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”. Francisco en esta alabanza, resalta que la Tierra es “nuestra”, nos pertenece y le pertenecemos, somos tierra. “La hermana”, así la llama con un sentido de hermandad con las criaturas, muestra una interdependencia de iguales, por ser creados con la misma intención de amor. También es “madre”, la “pachamama”, como la llaman en el Sur, ella es la que nos cuida, si nos dejamos cuidar y acoger en su regazo, por eso, la describe como quien “nos sustenta y gobierna”, nos alimenta y al mismo tiempo ejerce autoridad sobre nosotros por ser la “madre tierra”. Francisco, reconoce el espacio vital de la tierra, en ella se da toda la belleza de la biodiversidad y sus ecosistemas, cada bien natural, como la “hermana agua”, es un regalo que complementa la comunidad de vida, siendo parte de la gran fraternidad cósmica: el hermano sol, la hermana luna y las estrella, el hermano viento, y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo”.
En el “cántico de las criaturas”, Francisco usa términos femeninos y masculinos, con ello expresa su profunda sensibilidad humana, y reconoce que todo está conectado e integrado, lo masculino y lo femenino de las creaturas, porque así fue la intención del Dios Creador. También, en esta alabanza, Francisco hace ver la importancia del sentido relacional. Es a partir de esta experiencia de hermandad con toda la creación, y de igualdad radical, que se participa en la fraternidad cósmica, es decir, en la creación del Dios Trino. Tengamos presente que parte de la espiritualidad en Francisco de Asís, se forja en lugares apartados, en ermitas destruidas, en los leprosorios, en los bosque, las cuevas, rodeado de animales, en los ríos y cascadas. Él fue un trovador de la creación, en muchos de estos lugares cantaba, bailaba, oraba y alababa al Dios creador, por toda su belleza y bondad en darnos la “hermana madre tierra”.
El teólogo Leonardo Boff, citando uno de sus artículos, nos dice que, “hoy es considerado un dato científico, desde 2002, cuando James Lovelock y su equipo demostraron ante una comunidad científica de miles de especialistas en Holanda, que la Tierra no sólo tiene vida sobre ella, ella misma está viva. Emerge como un «ente vivo»; no como un animal, sino como un sistema que regula los elementos físico-químicos y ecológicos, como hacen los demás organismos vivos, de tal forma que se mantiene vivo y continúa produciendo una miríada de formas de vida. La llamaron Gaia” (27-03-2020). Vivimos y habitamos todos como creaturas en una misma CASA COMÙN, esto debería ser nuestra profesión de fe.
Demos un paso más en la reflexión, retomando un escrito humanista y profético, que podríamos decir, es una propuesta actualizada hacia una espiritualidad de la creación, como es la “Carta de la Tierra” (junio, 2000). Esta Carta expresa un consenso planetario de pensamiento, paradigma y estrategias de un modo de relacionarnos con este espacio donde habitamos, llamado Tierra.
La Carta de la Tierra, inicia planteando que, “estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común”. Este señalamiento, fue profético desde el momento que se plasmó. Los principios de esta Carta, son una ruta política y ética valida en estos momentos, en el caso de nosotros cristianos, abonan como principios para una espiritualidad de la creación. A continuación nombramos los capítulos con sus principios.
“I. RESPETO Y CUIDADO DE LA COMUNIDAD DE LA VIDA
- Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad
- Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.
- Construir sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas
- Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras.
II. INTEGRIDAD ECOLÓGICA
- Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra, con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida.
- Evitar dañar como el mejor método de protección ambiental y cuando el conocimiento sea limitado, proceder con precaución.
- Adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que salvaguarden las capacidades regenerativas de la Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario.
- Impulsar el estudio de la sostenibilidad ecológica y promover el intercambio abierto y la extensa aplicación del conocimiento adquirido.
III. JUSTICIA SOCIAL Y ECONÓMICA
- Erradicar la pobreza como un imperativo ético, social y ambiental
- Asegurar que las actividades e instituciones económicas, a todo nivel, promuevan el desarrollo humano de forma equitativa y sostenible.
- Afirmar la igualdad y equidad de género como prerrequisitos para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad económica.
- Defender el derecho de todos, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad humana, la salud física y el bienestar espiritual, con especial atención a los derechos de los pueblos indígenas y las minorías.
IV. DEMOCRACIA, NO VIOLENCIA Y PAZ
- Fortalecer las instituciones democráticas en todos los niveles y brindar transparencia y rendimiento de cuentas en la gobernabilidad, participación inclusiva en la toma de decisiones y acceso a la justicia
- Integrar en la educación formal y en el aprendizaje a lo largo de la vida, las habilidades, el conocimiento y los valores necesarios para un modo de vida sostenible.
- Tratar a todos los seres vivientes con respeto y consideración
- Promover una cultura de tolerancia, no violencia y paz.”
Estos principios, son planteamientos que urgen echar a andar en las comunidades e instituciones, nos proponen una ruta estratégica política, desde la ética del bien común, los derechos de los pueblos y la justicia ambiental, desde una ecología integral y una democracia integradora, con un claro accionar sin violencia asesina. Esta propuesta nos lleva a considerar esencial el cuidar la comunidad de vida, de la cual somos parte. Para nosotros los cristianos, muchos de estos principios están expresados en la “Laudato Sì”, que se vuelven principios pastorales que consolidan una espiritualidad, que nos impulsan a vivir nuestra misión integrados a la creación, con la creación y con todas las creaturas, en una relación de iguales, sin actuar como conquistadores, explotadores y destructores de la vida en esta CASA COMÙN. Renovemos nuestra pasión, compromiso y fidelidad en defender el territorio, con las comunidades, las criaturas y los bienes naturales. Unidos a la memoria de tantos hombres y mujeres que han dado la vida por defender su territorio y patrimonio vital. “Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas…”
René Arturo Flores, OFM
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