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MIEDO Y ESPERANZA

Según el filósofo Baruc Espinoza (XVII), planteaba que las dos emociones básicas del ser humano son el miedo y la esperanza. La conflictividad del pueblo en tensión con la clase política y militar que ha gobernado de facto, ha sido un factor histórico presente en nuestras realidades del Triángulo Norte de Centroamérica.

Es evidente que los pueblos han vivido entre el miedo y la esperanza, la pandemia resaltó la situación vulnerable en que ya estaban las mayorías. Para los gobernantes de turno, solo han dado volumen al miedo, con un discurso de inseguridad y muerte que han difundido, esto es poner en práctica la doctrina del shock, bien difundida en la región. Al respecto, dirá el investigador Alberto Alvares Toirac, que, “en la doctrina del shock (2007), Naomi Klein mostró como las élites económicas y políticas encuentran en las situaciones de desastre una oportunidad para implementar sus políticas impopulares, ante la ausencia de la participación ciudadana” (2020). Cuando hablamos de miedo, en estos momentos de crisis de salud pública, nos referimos a una emoción que se ha llevado al ámbito colectivo y político que se vuelve una parálisis social y familiar.

Al hablar de esperanza, es recrear el sentido de lucha consciente y comprometida en la transformación social a situaciones de justicia y equidad, donde el pan llegue a cada hogar.

Desde Jesucristo la palabra no es miedo, sino esperanza, no es represión sino liberación, no es acaparar sino compartir, no es muerte sino vida, no es condenar sino salvar. En muchas de las narraciones teológicas de los evangelios presentan a Jesús cuestionando porque los discípulos tienen miedo, aun estando él presente. Por eso, Jesús Resucitado uso la palabra Paz, como superación del miedo y la parálisis colectiva que tenía la comunidad. Jesús propone a los discípulos y las discípulas, que para poder seguirle tienen que superar el miedo que paraliza, dando el salto a la audacia y pasión por el Reino de Dios.

El tener esperanza es una acción del Espíritu. La esperanza es una palabra con sentido de resiliencia, bondad y libertad que busca recrear acciones novedosas en favor de la vida.

Estos días que hemos pasado confinados en casa, las experiencias han sido variadas, unas conscientes y otras inconscientes. Una de las principales situaciones vividas es el hecho de cuidar nuestra vida y la de los otros, saber que dependemos unos de otros para vivir y continuar creciendo en calidad de vida, desde acciones cotidianas y los espacios de interacción que nos humanizan. También, hemos aprendido o reconocido que el cuidar la vida, no es un acto mágico, que sucederá solo con el hecho de pensarlo.

La VIDA es el soplo de aliento dado por el Dios creador, por tanto, la máxima expresión del mandamiento dejado por Jesús: amar al Dios Trinitario, al prójimo como a sí mismo.

René Arturo Flores, ofm

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