Su excelencia el Cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, MCCJ, se introduce en Fratelli Tutti, “un don precioso que el Santo Padre no tiene solo para nosotros los católicos, sino para toda la humanidad”, haciendo referencia al título mismo de la Encíclica que expresa un claro deseo de dirigirse a todos como hermanos y hermanas. Se trata de una realidad existencial que el Papa Francisco, pacíficamente da por sentado: todos somos hermanos, ¡nadie está excluido!
En el Capítulo VIII Fratelli Tutti dice: “Buscar a Dios con sincero corazón, siempre que no lo empañemos con nuestros intereses ideológicos o instrumentales, nos ayuda a reconocernos compañeros de camino, verdaderamente hermanos” (Ft 274); pero, el camino del diálogo entre personas de diferentes tradiciones religiosas ciertamente no comienza hoy. Forma parte de la misión original de la Iglesia y es retomado en el Concilio Vaticano II.
Los creyentes de diferentes tradiciones religiosas realmente pueden ofrecer su propia contribución a la fraternidad universal en las sociedades en las que viven. Fratelli Tutti dice: “No se puede admitir que en el debate público solo tengan voz los poderosos y los científicos. Debe también tener un lugar para la reflexión lo religioso que recoge siglos de experiencia y de sabiduría”. (Ft, 275). Rectitud, fidelidad, amor por el bien común, preocupación por los demás, especialmente por los necesitados, benevolencia y misericordia son herramientas valiosas que forman parte del tesoro espiritual de las diversas religiones.
Vive tu propia identidad en la “valentía de la alteridad” es el umbral que hoy la Iglesia del Papa Francisco nos pide cruzar. Se trata de dar pasos concretos junto con creyentes de otras religiones y personas de buena voluntad, con la esperanza de que todos nos sintamos llamadas a ser, sobre todo en nuestro tiempo, mensajeros de paz y artífices de comunión.
Dios es el Creador de todo y de todos, por lo que somos miembros de una familia y como tal debemos reconocernos. Este es el criterio fundamental que nos ofrece la fe para pasar de la mera tolerancia a la convivencia fraterna.
La invitación del Papa Francisco a las diferentes religiones para ponerse al servicio de la fraternidad por el bien de toda la humanidad anuncia una nueva era. Nuestro viaje común se abre una nueva luz y a una nueva creatividad que desafía el corazón mismo de cada religión, y no sólo eso: la fraternidad se puede convertir también en la chimenea de las creencias religiosas.
En un mundo deshumanizado, en el que la indiferencia y la codicia caracterizan las relaciones entre las personas, es necesaria una nueva y universal solidaridad y un nuevo diálogo basado en la fraternidad.
El diálogo interreligioso tiene una función esencial para construir una convivencia civil, una sociedad que incluya y que no se edifique sobre la cultura del descarte.
Por eso, debemos tomar conciencia de que las religiones no deben encerrarse en sí mismas, sino que, como creyentes y permaneciendo bien enraizados en nuestra propia identidad, nos dispongamos, a pesar de nuestras diferencias, y junto a todas las personas de buena voluntad, a recorrer el camino de la fraternidad humana.
Texto completo: http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2020/10/04/0505/01161.html#ayuso
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Carta abierta
¡Perón, Eva, San Francisco y Francisco!
“Caín dijo a su hermano Abel `vamos afuera´. Y cuando estuvieron en el campo, se abalanzó sobre él y lo mató. Entonces el Señor pregunto a Caín: ` ¿dónde está tu hermano Abel? ´. Gn 4-8.
• “Todos somos hermanos” nos persuadió Perón el 1º de mayo de 1974:
”Es posible que los hombres de todas las naciones debamos volver a practicar la humildad que distinguió a los primeros cristianos y, de esa manera, reencontremos el camino del entendimiento, porque, al fin de cuentas, todos somos seres humanos y, como tales, hermanos”.
“Las fuerzas del orden -pero del orden nuevo, del orden revolucionario, del orden del cambio en profundidad- han de imponerse sobre las fuerzas del desorden, entre las que se incluyen, por cierto, las del viejo orden de la explotación de las naciones por el imperialismo y de la explotación de los hombres por quienes son sus hermanos y debieran comportarse como tales”.
“Existe una cabal coincidencia entre nuestra concepción del hombre y del mundo, nuestra interpretación de la justicia social y los principios esenciales de la Iglesia.
Ya en otra oportunidad busqué ofrecer una visión espiritual y trascendente del hombre, y puesto peculiar en la historia y la realidad.
Un hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, realizando su existencia como sujeto histórico que desempeña en el mundo una misión espiritual única entre los seres de la Creación.
Tal hombre realizado en la comunidad está lejos de concretar fines egoístas o burdamente materiales pues como ya lo sabían los griegos, no hay equilibrio posible en una comunidad en la que el alma de sus hombres ha perdido una armonía espiritual.
En este sentido, no sólo los principios filosóficos guardan plena coherencia: la Iglesia y el Justicialismo instauran una misma ética, fundamento de una moral común, y una idéntica prédica por la paz y el amor entre los hombres.
No vacilo en afirmar que toda configuración sociopolítica tanto nacional como mundial supone, además de una clara exigencia nacional, una sólida fe superior, que impregne de sentido trascendente los logros humanos.
Si en las realizaciones históricas dependemos de nuestra propia creatividad y de nuestro propio esfuerzo, el sentido último de toda la obra estará cimentado siempre sobre los valores permanentes.
El llamamiento de las cartas encíclicas, las constituciones pastorales y las cartas apostólicas -particularmente las más recientes- constituyen para nosotros un aporte claro y profundo. Sólo necesita que ese mensaje sea adaptado eficientemente”.
Todo tipo de violencia es en última instancia la expresión del odio. El odio siempre destruye, siempre mata. Para poder destruir o matar se tiene primero que odiar”.
Si “la humanidad debe escoger entre el amor y el odio» como se afirmó en la reunión interreligiosa de Asís en febrero de 2002 convocada por Juan Pablo II, también los argentinos debemos elegir entre el amor y el odio. Hagamos nuestra sus propuestas: la violencia no es compatible con el espíritu del pueblo y debemos comprometernos a hacer todo lo que nos sea posible para desarraigar las causas de la violencia, a respetar y favorecer una convivencia fraterna y pacífica entre todos los argentinos.
Comprometernos a promover la cultura del diálogo para que crezca la comprensión entre los actores políticos, económicos, sociales y culturales, como premisa de una paz auténtica.
Comprometernos a defender el derecho de toda persona a vivir una existencia digna, a dialogar con sinceridad y con paciencia, sin considerar lo que nos diferencia como un muro imposible de superar, sino reconociendo que el encuentro con la diversidad de los demás puede convertirse en una oportunidad para mejorar la comprensión recíproca.
Comprometernos a perdonarnos mutuamente nuestros errores y prejuicios del pasado y del presente, y a apoyarnos en el común esfuerzo por derrotar el egoísmo y la prepotencia, el odio y la violencia, así como a aprender del pasado que la paz sin la justicia no es una auténtica paz.
Comprometernos a estar de la parte de los que sufren a causa de la miseria y el abandono, haciéndonos portavoces de quien no tiene voz y trabajando concretamente para superar tales situaciones, con la convicción de que nadie puede ser feliz solo.
Comprometemos a hacer nuestro el grito de quien no se resigna a la violencia y al mal y queremos contribuir con todas nuestras fuerzas para dar a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real de justicia y de paz.
Comprometemos a alentar toda iniciativa que promueva la amistad entre los pueblos, convencidos de que el progreso tecnológico, cuando falta un entendimiento solidario entre los pueblos, expone al mundo a crecientes riesgos de destrucción y muerte.
Comprometemos a pedir a los líderes de las naciones que hagan todos los esfuerzos posibles para crear y consolidar, a nivel nacional e internacional, un mundo de solidaridad y paz, basado en la justicia.
• La historia franciscana de Juan y Eva
Fray Pedro Errecart fue amigo y confesor del general Perón y María Eva Duarte. Se conocieron cuando fray Pedro se reunió con Juan Perón, antes de ser Presidente.
A partir de ese día nació entre los dos una empatía que los acompañó de por vida. Fue fray Pedro quien le sugirió al general: “Le aconsejo que se case por Iglesia, porque si no, muchos católicos no lo van a votar”.
El 10 de diciembre de l945, Perón y Evita se entregaron al sacramento del matrimonio, en San Francisco de La Plata, con la celebración del padre Francisco Sciammarella.
Fueron elegidos como padrinos Domingo Mercante y doña Juana Ibarguren. Desde ese día, Evita apostó su confianza, el corazón a Pedro Errecart, su fraile “casamentero”.
Fray Pedro tenía acceso al despacho presidencial y al de Eva. Esta relación fue bien aprovechada por el franciscano para realizar centenares de obras que beneficiaron a los pobres. Acompañó a Eva por una Europa hambreada como consecuencia de la posguerra.
Se sumó a la comitiva del largo viaje que, en 1947, llevó carne y trigo. Este gesto fue suficiente para que el ministro general de los Franciscanos le otorgue el reconocimiento de “Hermana de la Primera Orden”, la máxima condecoración que se puede dar a un seglar.
La relación entre el matrimonio Perón-Duarte y San Francisco fue incondicional. Los dos eran devotos del Santo y siempre iban a San Francisco de Asís, la casa de Alsina, a rezar. Para ellos se abría la clausura. En el museo del histórico convento se exhiben los dos reclinatorios que utilizaron en la boda y tienen el nombre de cada uno.
Eva, por ser hermana de la primera orden, tenía el privilegio de ser sepultada con el hábito franciscano. En el convento está la maqueta que se había preparado para su mausoleo que después de la revolución de 1955 quedó en el recuerdo. Perón a su amigo el fraile le llamaba “Pedrito”.
Tenían junto a Eva una hermandad franciscana. Caminando por este convento, cuyo terreno fue asignado por Juan de Garay en 1583, uno siente la gravitación de Perón, Eva y la fe puesta en San Francisco.
Camino a la Paz Universal
Al principio de su pontificado Francisco en los Jardines del Vaticano con el Presidente de Israel, Shimon Peres, el Presidente de Palestina Mahmoud Abbas en nombre de judíos, musulmanes y cristianos, todos creyentes en un mismo Dios creador y padre, recordaron su raíz común en la creación, pidieron perdón y rezaron por la Paz en Medio Oriente. Fue un acontecimiento religioso que tendrá implicancias políticas en un mundo aun convulsionado y amenazado por nuevas guerras. La humanidad camino a un universalismo de naciones soberanas, necesita de la paz para crecer, desarrollarse e imaginar un futuro con esperanza, desde una perspectiva para constituir una Autoridad Pública de Jurisdicción Internacional, que posibilite reformar el sistema monetario y financiero para crear un mundo político-económico-social-cultural nuevo. Rezar y actuar, porque ese Dios de las tres religiones continúa la creación a través del hombre, que es su co-creador. El desarrollo continua siendo el nuevo nombre de la paz. Como dice el refrán a Dios rogando y con el mazo dando. Por eso antes de plantar un retoño de olivo para que crezca y recuerde este día se rezó la oración de San Francisco, donde el hombre es parte activa, es un YO, es imagen y semejanza:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
• Un diálogo virtual
Perón y San Francisco:
Hace algunos años imaginé un dialogo con Perón al leer que había andado por las tierras de Asís y que allí en el terreno se había empapado de la filosofía simple y ejemplar del «poverello». ¿Sirve para algo esa filosofía en estos tiempos?, le pregunté. La respuesta fue: «Vea, me dijo, si será fecunda que con sólo poner en práctica medianamente los adagios que incluyen las «Florecillas» se puede edificar una existencia digna y alcanzar de yapa el Paraíso Celestial. San Francisco no era como muchos santos conocidos, que lo son «por defecto», sino que él estaba «capacitado para el bien»…
Este ensayo creo no tiene desperdicio ya que nos narra lo que aconteció cuando caía el sistema feudal y nacía uno nuevo la modernidad… Hoy estamos siendo actores del pasaje del sistema de la modernidad que cae a un nuevo sistema que nace…
¿Nos atreveremos a ser nuevos Franciscos?…