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El que es fiel en lo poco es fiel en lo mucho, el que es deshonesto en lo muy poco también es deshonesto en lo mucho”.  Lucas 16,10

La sociedad humana y los ecosistemas.

En los ecosistemas plantas y animales se relacionan de un modo admirable. De tal modo que si rompe el  misterioso vínculo que existe entre las especies, con el pasar del tiempo se modifica el todo. A veces llegamos a percibir el equilibrio que reina entre las especies cuando alguna desaparece. Una de las consecuencias es que otras ocuparán su lugar.

Desde el punto de vista político podríamos considerar a la polis, como un ecosistema. Los ciudadanos interactuamos con nuestras acciones buenas o malas y con nuestras omisiones. En  los ecosistemas biológicos  hay cooperación tanto como predaciòn, es decir, la captura del más débil por parte del más fuerte. Los animales y los seres humanos compartimos comportamientos regidos por las leyes de la biología. Pero el hombre se presenta como un animal racional.

En la polis unos y otros practican tanto la colaboración como el abuso de poder. Las leyes y las normas intentan proteger a los más débiles, poniendo límites precisos. Sin embargo nuestra falta de participación, de compromiso con la construcción del bien común le ha hecho fácil el camino a los corruptos de todos los signos y de todas las épocas. Hay mitos y creencias de tipo fatalista que crean una cultura que abona la idea de que “siempre ha sido así y siempre lo será”. Este razonamiento tiene parte de verdad. Lo que no se sostiene con igual vehemencia es que cada ciudadano digno, autónomo con el sentimiento de ser parte de una comunidad es capaz de poner un freno a la actividad de los corruptos en su mismo seno.

Nos olvidamos que un gran corrupto fue antes un pequeño corrupto al que la sociedad le fue dando poder por acción y omisión. “¿Yo, señor? Si, señor”.

Si con nuestra intervención hubiéramos ido “marcando la cancha” de los predadores cuando nacen y se van haciendo poderosos, o por lo menos haciendo mas difícil su camino, entonces no tendríamos que lamentar su descomunal crecimiento y los daños colaterales que producen.

Sucede como con los ecosistemas. Especie que desaparece deja el lugar libre para que otra ocupe su lugar.

Lo peor que nos puede pasar

Presenciamos un festival de juicios en donde se muestran posibles responsables de infinidad de actos de corrupción. Resulta deprimente para cualquier ciudadano enfrentarse con la realidad de que esas personas han tenido mucho poder y dinero y que debido a manejos poco claros ha habido victimas fatales de la corrupción y un crecimiento descomunal  de la pobreza.

Sin embargo nos podría pasar todavía algo peor…. Si. Que creamos que con unos cuantos corruptos presos se acabó el problema.  Que la justicia apunte hacia los grandes corruptos pero que el Pueblo de Dios con sus pastores haga un profundo examen de conciencia con respecto a sus responsabilidades.

El que es fiel en lo poco es fiel en lo mucho. Hay actitudes cotidianas reprensibles que van generando la cultura del “todo vale”. Es cierto que hay responsabilidades mayores y menores pero una cultura con valores, se construye con la aprobación de la conducta integra y la desaprobación de la trasgresión. 

Algunas preguntas para inquietar nuestras conciencias

Los pastores ¿ofrecen aquellas exégesis de la Palabra de Dios que como “espada de dos filos” penetren las conciencias para que todos vivamos con coherencia nuestra fe y “amemos con obras” a los más necesitados? ¿Y como ponemos en práctica los principios de la Pastoral Social- la justicia con nuestros empleados, la administración de las propiedades ociosas, el principio de subsidiariedad, por ejemplo?

¿Qué valores ponemos en práctica en nuestras comunidades parroquiales? ¿La eficiencia? ¿Los criterios mundanos de la apariencia por sobre la esencia? ¿En cuantas diócesis se puso en práctica el Compartir, de sostenimiento de la actividad pastoral de la Iglesia? ¿Promovemos la genuina participación de los laicos en todos los ámbitos donde deben ejercer su sacerdocio común?

¿O son meros acólitos de la funcionalidad litúrgica?

¿Los pastores se sienten  dueños o administradores de los espacios de evangelización? ¿Por qué todavía hoy se escucha el “aquí siempre se hizo asi” que expresa el instalado  pánico a la acción del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas? ¿Por que no actuar con la libertad de los hijos de Dios?

En una reunión parroquial hay un ágape fraterno ¿con quien te sacas la foto? ¿Con el cura o con el que asiste al comedor parroquial?

Como laicos miembros de la sociedad civil ¿somos conscientes que cuando no participamos en las decisiones que otros toman por nosotros, estamos colaborando con el abuso de unos sobre otros? ¿Cómo nos involucramos en las cooperadoras escolares, los consorcios, las asociaciones vecinales, los partidos políticos? Es cierto que las serpientes son mas astutas que las palomas pero a participar se aprende, se capacita y se organiza. En el Evangelio Jesús nos envía de a dos. Siempre tendremos algún socio en el trabajo por el bien común. Porque lo que hacemos por los demás tarde o temprano llueve como una bendición sobre nosotros.

¿En que medida toleramos la mentira, el robo en pequeña escala, la avivada, la ventaja, el curro? Nuestros hijos y nietos aprenden más de nuestras actitudes que de nuestros discursos. ¿Nos sentimos administradores de los bienes de los que disfrutamos-dinero, poder, instrucción, tiempo? ¿O creemos tener una calidad distinta a la de los pobres y marginados? ¿Vivimos en la queja permanente encogiéndonos de hombros y descalificando permanentemente a la política? ¿Alguna vez consideramos lo difícil que resulta – cuando los funcionarios son decentes- articular consensos, sortear la maraña de intereses adversos, batallar para cambiar la cultura que espera todo del líder mesiánico y no cree en el protagonismo de la ciudadanía?

Simplemente recordar las promesas del Bautismo.

Creer que los cristianos comunes y corrientes no tienen nada que ver con tanta corrupción nos condena a repetir siempre los mismos extravíos. Si bien el abuso de poder es tan viejo como el mundo debemos insistir una y otra vez sobre los valores a los que hemos sido llamados a vivir por el bautismo. Seguir animando una fe individualista sin compromiso con la sociedad, especialmente con la promoción de los pobres y marginados es una especie de apostasía. Es darle la razón a los que creen con Carlos Marx que la religión es el “opio de los pueblos”.

El papa nos acaba de recordar que los  pobres  son nuestro pasaporte al paraíso. Un paraíso que se comienza a vivir aquí y ahora.

¿Renuncias a Satanás, esto es:
• al pecado, como negación de Dios;
• al mal, como signo del pecado en el mundo;
• al error, como ofuscación de la verdad;
• a la violencia, como contraria a la caridad;
• al egoísmo, como falta de testimonio del amor?

¿Renuncian a sus obras, que son:
• sus envidias y odios;
• sus perezas e indiferencias;
• sus cobardías y complejos;
• sus tristezas y desconfianzas;
• sus materialismos y sensualidades;
• sus injusticias y favoritismos;
• sus faltas de fe, de esperanza y de caridad?

¿Renuncian a todas sus seducciones, como pueden ser:
• el creerse superiores;
• el estar muy seguros de vosotros mismos;
• el creer que ya están convertidos del todo?

¿Renuncian a los criterios y comportamientos materialistas que consideran:
• el dinero como la aspiración suprema de la vida;
• el placer ante todo;
• el negocio como valor absoluto;
• el propio bien por encima del bien común?


 

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