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Celebramos la fiesta de los santos y santas franciscanas; esta celebración motiva a la familia franciscana al camino y seguimiento de Jesús, al estilo de Francisco y Clara de Asís.

Sabemos que los que son reconocidos como santos y santas en la Iglesia, son los que pasan el procedimiento requerido por el Vaticano, es decir, por la oficina encargada del proceso para reconocimiento de la santidad. Uno de los aspectos en este proceso, es que la persona se le considere que vivió al modo de Jesús, estos es, desde los valores evangélicos: que no es poco. Sin embargo, el proceso pide la parte de los milagros. Lo que si hay que tener en cuenta es que este es un proceso serio, profundo y científico. Por otro lado está el reconocimiento del pueblo cuando un hermano o hermana franciscana es considerada que vivió en santidad, al modo de Jesús; esto es un clamor popular que hay en varios pueblos.

Hasta hace un tiempo, estaba pendiente en el reconocimiento a la santidad, la vía del martirio por odio a la fe o a los que aman a los pobres, defendiendo su causa, sería por odio a los pobres. Los mártires que por defender al pobre, migrante y desvalido, entran en confrontación profética con las instituciones del Estado como son los operadores de justicia, el ejército y en muchos casos con terratenientes y empresarios inescrupulosos que destruyen la creación, ejemplo de este modo de reconocer el camino de santidad es la beatificación de Fr Tulio Maruzzo y Obdulio Arroyo un laico, ambos fueron asesinados cruelmente, por defender a los campesinos, en tiempos de la represión militar en Guatemala. En el mismo modo está Fr Cosme Spessotto Zamuner, asesinado en tiempos de la represión militar el 14 de junio de 1980 en san Juan Nonualco, El Salvador; unos meses después de San Romero. Lo mismo, tenemos el testigo Fr Augusto Monasterio, asesinado en 1983 en tiempos de la represión militar en Guatemala. Estos son algunos santos frailes franciscanos por vía del martirio, por vivir al modo de las bienaventuranzas.

La vía del martirio en Centroamérica tiene una gran lista de hombres y mujeres cristianos católicos, que fueron asesinados por actuar proféticamente, por solo creer en Jesús, por defender la causa de los pobres. Es una vergüenza y blasfemia (porque matan a los hijos de Dios) que en la Iglesia católica se nombre un miembro de la Jerarquía como “capellán del ejército”, cuando esta es la institución del estado más violatoria de los derechos humanos y causante de asesinatos en las décadas de los 70 y 80 en países de América Latina (INFORME «DE LA LOCURA A LA ESPERANZA: LA GUERRA DE 12 AÑOS EN EL SALVADOR, 1993; INFORME (Guatemala: Nunca Más), Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), 1998). Peor aún, es vergonzoso y antievangélico, los jerarcas de la Iglesia católica que tienen seguridad personal por parte del ejército, el silencio los vuelve cómplice y participe de los genocidios realizados por esta institución estatal.

Recordemos el testimonio de San Romero, como bien lo expresa María López Vigil, en piezas para un retrato, “Monseñor Romero jamás cuidó su seguridad personal y jugó hasta el último momento con todas las barajas abiertas. Tenía plena conciencia de que querían matarlo. Y no quería morir. «Nunca le he tenido tanto amor a la  vida, quiero un poco más de tiempo, yo no tengo vocación de mártir», le dijo a un amigo en sus últimas semanas”.

La lista de los franciscanos y franciscanas que han vivido al modo de Jesús, o que han dado la vida como El, es un pendiente de reconocer en la Iglesia, más todavía, es un pendiente de celebrar como familia franciscana.

Retomemos unas palabras recientes del papa Francisco, que nos sigue inspirando y exhortando como cristianos y franciscanos.

“La minoridad franciscana se presenta como lugar de encuentro y de comunión con Dios; como lugar de encuentro y de comunión con los hermanos y con todos los hombres y las mujeres; y finalmente, como lugar de encuentro y de comunión con la creación” (23 de noviembre, en la Sala Clementina del Vaticano, 2017).

Como bien nos invita el papa Francisco, nuestro talante de santidad está en vivir desde la minoridad, que propicia la fraternidad con todos y todas, y con la creación entera. Ser hermanos y hermanas de todos los que van por el camino, de cada criatura, no es algo romántico, es un acto profético y evangélico, es una luz en estos tiempos donde la propuesta devastadora de las empresas extractivas quieren destruir nuestra Madre Tierra y sus bienes que fueron dejados para bien de todos y todas, en especial de las futuras generaciones.

La minoridad y la fraternidad, son dos vivencias que identifican el carisma franciscano, son dos modos de estar en la vida; la minoridad nos ubica con la causa de los últimos, de los sin tierra, olvidados y empobrecidos; la fraternidad, nos hace ser hermanos y hermanas de los humanos y de las criaturas, de toda la naturaleza que canta alabanzas a su Creador, nos lleva a celebrar eucarísticamente en la mesa de la creación.

Somos franciscanos y franciscanas, eso nos alegra, más nos unimos con todos y todas las que dieron la vida porque que hubiera más vida, en especial vida para los empobrecidos y marginados por la clase política y empresarial. Ser franciscano y franciscana hoy, implica ser defensora de los derechos humanos y ambientales, es acompañar las causas de los pueblos originarios, es cuidar la vida de los más frágiles y vulnerables de la sociedad, es cantar el cántico de las criaturas delante de los empresarios y políticos que buscan destruir la CASA COMUN.

En esta fiesta unamos con el cántico de Zacarías, “libres de temor…le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días” Lc 1,68-79.

 

Fr René Arturo Flores. JPIC, El Salvador

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