El colegio Sagrada Familia Patronato de la Juventud Obrera (PJO) de Valencia ha clausurado el ciclo de conferencias de su Aula de Doctrina Social de Iglesia en torno a la figura del Papa Francisco. Para poner punto y final a todas estas reflexiones Monseñor D. Juan Oliver, Obispo del Vicariato de Requena (Perú) ha hablado de su experiencia evangelizadora en la selva peruana.
Su conferencia no ha sido una lección magistral, ha sido un testimonio real, sencillo y sincero de su experiencia ahí. Oliver ha destilado ese aroma a oveja, a pescado, a selva, a pobreza, a dificultades y necesidades con las que convive a diario. Hoy estamos faltos de testimonios de esta naturaleza. Cuando Juan Pablo II lo mandó al Perú, lo hizo para desarrollar el voto de pobreza de los franciscanos y, también, si cabe, de todo cristiano.
Su zona de misión se sitúa en la selva noreste del Perú, frontera con Brasil y con Colombia en una zona de profundidad con crecidas y vaciamientos de un afluente del Amazonas. Vive en la gran paradoja del río como fuente de vida y de destrucción.
El trabajo que los franciscanos llevan haciendo ahí desde 1904 está en mejorar las condiciones de vida de las personas que residen en situaciones tan adversas. Su misión ha sido cultural con la construcción de escuelas y centros educativos, de ahí según Oliver del gran respeto y la buena consideración de las gentes hacia la Iglesia, puesto que se ha convertido en un referente de civilización a través de la evangelización.
Como ha destacado, para llevar a cabo esta tarea: «Nuestra misión se centra en la atención a nuestros hermanos peruanos. Vivimos insertos con la gente». Sólo hay una misión y un objetivo y no es otro que compartir la vida con la gente. Los sacerdotes no pueden comunicarse entre ellos debido a la precariedad de las comunicaciones. Por ello el contacto de los pastores con su pueblo es constante y directo. De alguna forma viven la fraternidad de forma radical.
El ser franciscano de Oliver rezuma por todas partes. Es este y no otro el legado de la presencia de la Iglesia ahí. La misión franciscana dio prosperidad a Requena llegando a considerarse como la Atenas peruana. Su tarea evangelizadora estriba básicamente en la atención a los hermanos desde la perspectiva de la educación.
En el debate que se ha generado al finalizar su intervención ha insistido que Europa, España y Perú necesitan, en el fondo, lo mismo: una necesidad urgente de enamorarse de Cristo.
Y ha insistido en uno de los retos a los que tiene que asistir la Iglesia en el futuro: la increencia, la falta de Fe recordando al diagnóstico que Benedicto XVI trazó para poner en duda el auge del relativismo y la eliminación de Dios de la vida pública, de las gentes y de los pueblos.
Al final de la conferencia, un aplauso intenso y duradero ha agolpado la sala reconociendo las distintas virtudes que Monseñor Oliver ha mostrado a raudales: claridad, humildad y sencillez. Un camino y una guía para todos los cristianos. ¡Que Dios le bendiga!
Via RD
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