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El 27 de enero del 2019, fue el final de la visita del papa Francisco a la Jornada Mundial de la Juventud, en panamá. En este evento hay cifras de participación de unos 700 mil jóvenes de 160 países: ¡qué increíble asistencia!

La cantidad de jóvenes en el encuentro mundial católico, es muestra de un símbolo importante de la movilidad de una juventud que busca vivir momentos de encuentros con la dinámica cristiana alrededor del símbolo de unidad católica que es el papa Francisco.

Por otro lado, lo que expresó el papa Francisco, es totalmente motivador y desafiante en cuanto la vida cristiana, más todavía, lo que les dijo a los obispos centroamericanos al poner como figura modélica: la santidad de san Oscar Romero, obispo y mártir. Aun con todo lo que se vivió de significativo y valioso desde la fe cristiana, queda la interrogante:

¿Cómo regresan estos jóvenes con respecto a sus motivaciones, convicciones y compromisos con respecto a la transformación de la realidad de sus países, de situaciones menos humanas a más humanas, a una sociedad más justa y equitativa, al cuido y defensa de los bienes naturales y del territorio?; ¿será que estos jóvenes regresan a los países centroamericanos a defender la vida, las condiciones dignas de la vida, la vida de las grandes mayorías?

Para el caso de El Salvador, donde este domingo 3 de febrero se realizaron las elecciones presidenciales, estos jóvenes participantes de la JMJ, actuaron motivados con el principio cristiano de elegir un presidente y partido político que realmente se acerque a construir una nación basada en cuidar y defender a las grandes mayorías pobres (35%), en promover la justicia, en crear políticas honestas y participativas contra la violencia del crimen organizado, en cuidar el agua y el territorio como bien común?

¿Cómo volvieron los jóvenes de Honduras, que este 3 de febrero, se celebra la fiesta de su patrona la “virgen de Suyapa”, la cual tiene el título de “generala” de los militares, un grupo totalmente represivo y violatorio de los DDHH?; ¿cómo regresan estos jóvenes hondureños ante un gobernante dictador que lleva al país a políticas que favorecen el enriquecimiento de la clase política oligárquica del bipartidismo? ; ¿ qué harán los jóvenes cristianos de la JMJ ante los éxodos continuos y masivos de migrantes que son expulsados por la realidad de empobrecimiento, violencia y falta de calidad de vida digna?

¿Cómo actuarán los jóvenes ante una Guatemala conflictuada con el gobernante dictatorial y represivo?; ¿Cómo responderán a las luchas sociales que buscan reivindicar la defensa de los bienes naturales y territorios de los pueblos mayas?; ¿Cómo responderán los jóvenes ante el conflicto que el dictador hace contra la Comisión internacional contra la impugnidad en Guatemala, CICIG?

¿Cómo regresan los jóvenes nicaragüenses ante la misma situación de represión, violencia, persecución y muerte a la población civil que se opone al régimen dictatorial y represivo de la familia ortega, donde los jóvenes han puesto la mayor cuota de muertes y presos políticos?

Lo planteado anteriormente no son solo cuestionamientos sueltos, o preguntas abiertas: la realidad de nuestros países del triángulo norte centroamericano es alarmante en cuanto al deterioro de la calidad de vida individual y social, creando cada vez más empobrecimiento en los hogares, expulsión masiva de los ciudadanos más pobres, y explotación de los bienes naturales y el territorio.

El JMJ fuera de su valoración como encuentro mundial católico, hay que tomar en cuenta los millones de dólares que se invirtieron o se gastaron simplemente, lo que se movió por el mismo turismo y consumismo de bienes de servicio, o por los grupos que promovieron el turismo sexual y de trata de personas. ¿A dónde queda el pos-JMJ?; ¿solo en la preocupación del próximo JMJ en el 2022 en Lisboa, Portugal?, que evidente tendrá un mayor costo económico para los jóvenes centroamericanos.

La fe y la práctica de las primeras comunidades cristianas, genero conflictos por los cambios significativos que propuso en los ámbitos sociales y culturales. Solo con retomar las propuestas de Jesús que nos quedaron en la memoria del trabajo colectivo de los evangelios nos ponen de frente a una transformación de la realidad social, de situaciones menos humanas a más humanas:

Las llamadas bienaventuranzas, proponen una práctica de la justicia, la paz, la solidaridad, la misericordia, honestidad, con el añadido de la persecución a los cristianos comprometidos con estas causas de bien común (Mt 5, 1-12).

El ser solidarios con los que están caídos en la calle, en la sociedad y son afectados por la violencia organizada (Lc 10, 29-37).

El reconocer que en cada migrante está Jesús mismo, es decir, son los vicarios de Cristo (Mt 25,35).

Siempre lo primero es salvar la vida del más necesitado y frágil en la comunidad, antes que la misma práctica de culto religioso (Mc 3,1-6).

El cuidar y buscar al más perdido del grupo social y religioso (Lc 15).

Cuidar a los menores en la sociedad (Mc 10,13).

Tener claro que el enriquecimiento de pocos, margina y excluye a los más empobrecidos (Lc 16,19-31).

El uso de la palabra “hermano”, como lo hicieron las primeras comunidades cristianas, es una propuesta transformadora ante la división social y cultural que excluía y marginaba según estatus social y religiosa de su realidad (Gal 3,28).

Los jóvenes que participaron en el JMJ, como los que no, y pertenecen a los grupos cristianos católicos, viven en una realidad que es de empobrecimiento, violencia y muerte, por tanto, que no se puede “tapar con un dedo, con un rezo, con una tarde de alabanza”.

 

Fr René Arturo Flores. OFM

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