Saludo
¡Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz, redimiste al mundo!
Oración al comienzo
iOh grande y glorioso Dios! Ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza firme y amor perfecto.
Infúndeme, Señor, inteligencia para que cumpla tu santa y divina voluntad.
«No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús «. Filipenses 4. 6-7
Cuando oramos ponemos toda nuestra confianza en el Señor, nos reconocemos pequeños, necesitados. La oración pacifica nuestro corazón, estabiliza nuestra persona a menudo tironeada por cientos de fuerzas interiores y exteriores que la llevan al vértigo.
La oración comunitaria es signo de Iglesia. Y cuando oramos los unos por las necesidades de los otros, entonces se construye la fraternidad como comunión de los santos. En estos tiempos en que tendemos a confiar más las técnicas, los métodos, los estudios deberíamos recordar que nuestra la eficacia proviene de la oración. Sin oración nuestro mensaje se convierte en propaganda. Con oración nuestro mensaje anuncia la salvación.
«Me agrada que enseñes la sagrada teología a los hermanos, a condición que por razón de este estudio, no apagues el espíritu de oración y devoción, como se contiene en la Regia». Carta a San Antonio de Padua
«les inculcaba que el servicio de conducir a otros, el oficio y la solicitud de predicar jamás les debía llevar a abandonar la santa y devota oración, el ir por limosna, y el trabajar con sus manos como hacen los otros hermanos, por el buen ejemplo y para ganar sus almas y las de los demás… Y añadia: » Los hermanos se edifican en gran manera al ver que sus ministros y los predicadores se entregan con gusto a la oración y se abajan y se humillan».
Leyenda de Perusa 103
Oración al finalizar
Mi Dios y mi Todo
¿Quién eres Tú, mi dulce Señor y Dios? ¿ Y quién soy yo, tu pobre e indigno servidor?
¡Cuánto quisiera amarte, santísimo Señor mío! ¡Cuanto quisiera amarre, dulcísimo Señor mío! ¡Señor y Dios mío!
Te entrego todo mi ser y gustosamente te daría cualquier otra cosa si supiera qué más darte.
Padrenuestro, Ave María, Gloria
Conclusión
El Señor nos bendiga y nos guarde, nos muestre su rostro y tenga piedad de nosotros.
Vuelva a nosotros su rostro, y nos conceda la paz.
El Señor nos bendiga. Amén.
Concluimos hoy nuestra Novena a San Francisco. Os deseamos una buena celebración del Transito de nuestros seráfico hermano y un feliz Fiesta de San Francisco.
Paz y Bien!
Comentarios
0 Comentarios