El titular es falso.
Pero mucha gente solo llegará hasta ahí, hasta el titulo, y se quedará con la idea de que los palestinos han asesinado a 60 judíos. Así de fácil es manipular las conciencias en la era de las redes sociales y los grupos de WhatsApp.
La verdad es exactamente a la inversa, ayer, el ejercito de Israel mató a más de 60 palestinos (la cifra sigue subiendo) e hirió a otros 2400.
Si el titular fuese cierto ¿Cuáles serian las consecuencias? Quizás una coalición internacional liderada por Estados Unidos invadiría Palestina para “hacer justicia” … quizás. Pero cómo los muertos son palestinos la mayor parte del mundo mira hacia otro lado.
El Papa nos advertía el domingo, en su carta para la Jornada de las Comunicaciones Sociales, sobre las “fake news” (noticias falsas) y, en parte, de eso va esto.
Seleccionar que noticias publica un medio, es perfectamente licito. Decir medias verdades, es medio mentir y ocultar información es mentir totalmente.
Me llama poderosamente la atención como algunos medios pseudo católicos o inspirados en valores cristianos hoy hacen caso omiso de esta matanza o, en el mejor de los casos, la destacan para alabar a Donald Trump.
El presidente de Estados Unidos (qué llegó a ese puesto con el voto de muchísimos católicos), junto a Vladimir Putin, se han erigido, en determinados círculos católicos, como los lideres pro-vida y pro-valores cristianos qué el mundo necesita.
La matanza de ayer recae en las manos del sr. Trump que decidió trasladar a Jerusalen la embajada de Estados Unidos y, además, en la víspera de la conmemoración de la expulsión de los palestinos de su territorio. ¿Casualidad? No, simple intencionalidad.
Al mismo tiempo que en la embajada americana se celebraba una recepción de lujo, el ejercito masacraba a civiles que protestaban por el acto.

Una mujer palestina abraza este martes a su hija de ocho meses, fallecida en los enfrentamientos con Israel en la Franja de Gaza. MAHMUD HAMS (AFP)
Mientras moría bajo las balas un niño de solo 8 meses y otros 7 de menos de 16 años, el Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, afirmaba que “es un gran día para la paz” ¿se puede ser más cínico?
Los católicos tenemos muchos problemas, pero uno de los principales es nuestra falta de amor por la Verdad. Nuestra pereza para buscar la verdad.
Nos quedamos en los titulares, en las portadas de los libros, en los eslóganes de campaña. Somos tibios, vagos y luego, desde nuestra ignorancia, desde nuestro narcisismo, tomamos decisiones y votamos a políticos que dicen representar nuestros valores… y así nos va.
Mientras, los franciscanos en Tierra Santa advierten de la gravedad del momento: “He vivido en Tierra Santa durante 30 años y nunca había visto algo así, nunca había visto tanta ira de los palestinos. La gente está muriendo en Gaza. Hay disturbios en Yenín, Ramala, Hebrón, Belén y en otras ciudades de Cisjordania. La cifra de muertos se está actualizando todo el tiempo. Y puede ser peor mañana”, decía a la agencia italiana SIR el franciscano Ibrahim Faltas, director de los colegios de esta congregación en Tierra Santa y responsable de las relaciones con Israel y Palestina de la Custodia franciscana.
“La decisión del presidente Trump de trasladar la embajada de EE.UU. a Jerusalén no solo ha provocado el resentimiento de los palestinos, también ha dividido a la sociedad israelí”, asegura.
Y cita unas palabras de Juan Pablo II, según el cual «si no hay paz en Jerusalén, no habrá paz en el resto del mundo», porque «Jerusalén es una ciudad única» y «debe ser una ciudad para todo el mundo y de todo el mundo».
«Por nuestra parte –concluye–, los franciscanos seguiremos rezando por la paz con esperanza. Hemos estado 800 años en Tierra Santa, nunca hemos perdido la esperanza y no la perderemos nunca. Oración y esperanza, mientras ayudamos a la gente que sufre, que quieren diálogo y paz. Estos son días duros, pero recemos para que vengan días de paz».
Ojalá, más pronto que tarde, los católicos despertemos de este largo letargo en el que estamos, dejemos de mirar los móviles, la tele, los libros piadosos y comencemos a mirar a la cara a Cristo que sufre y muere en tantos y tantos rincones del mundo.
Esos rincones, esas situaciones que, por estar demasiado lejos (o demasiado cerca) se nos antojan muchas veces ficticias o “normales”.
Ojalá llegue el día en que nos indignemos tanto por un atentado terrorista en el corazón de Europa como por la matanza de inocentes en esas “periferias” de las que habla el Papa.
Sólo entonces, cuando nos quitemos las gafas de colores, cuando miremos a cada ser humano, sin distinción de raza, credo o color, y los abracemos como hermanos, solo entonces, podremos llamarnos cristianos sin ponernos rojos de vergüenza.
Paz y Bien.
Gabriel
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