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En Tenosique, Estado de Tabasco, México, los frailes de la provincia franciscana “San Felipe de Jesús de México”, administran un HOGAR – REFUGIO PARA PERSONAS MIGRANTES “la 72”, que está a 65 Km de la frontera del Ceibo, en el Petén, Guatemala; en un informe de este refugio, se expone que, “a nivel general, 2019 fue probablemente el año de mayor flujo migratorio en la historia reciente en el corredor Centro – Norteamérica. Tan sólo de enero a junio de ese año las autoridades estimaron en 460,000 las personas que ingresaron a México en estatus migratorio irregular… Las estadísticas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de  Estados Unidos mostraron el aumento exponencial de las detenciones en 2019: en enero se registraron 58,288 detenciones, en febrero 76,533, en marzo 103,729, en abril 109,474 y en mayo 144,278 fueron aseguradas, más del doble respecto a inicios del año… En Tenosique algunos días de junio se llegaron a albergar hasta 471 personas, cuando su capacidad máxima es de 100 personas… el año 2019 fue claramente el más exigente en cuanto a flujo migratorio se refiere, con 15,732 personas recibidas, cifra récord en llegadas de personas migrantes desde nuestra fundación. En el 2020, fueron en enero 1,509 migrantes, en febrero 1,579, de estos fueron 219 menores.” (INFORME NARRATIVO, 2020).

El nombre de esta casa refugio “la 72”, es por los setenta y dos migrantes asesinados en san Fernando, Tamaulipas, donde la mayoría eran centroamericanos, y algunos de América Latina.

Con lo anterior expuesto, como parte del informe de esta casa hogar del migrante, nuestro corazón se hace pequeño, nos surge la indignación de la injusticia de nuestros países, del drama que viven los compatriotas de una migración forzada, más cuando hay menores y familias completas. Tengamos presente, que en este “refugio”, la mayoría de los migrantes que llegan son del Triángulo Norte de Centroamérica, siendo la mayor cantidad de Honduras. En esta casa hogar, los que llegan están marcados por el empobrecimiento causado por las políticas neoliberales de los Estados, otros salieron huyendo de la violencia contra sus vidas. El drama es peor, con respecto a las violaciones de DDHH, dice el informe, “en 2019 identificamos a 1,184 personas que sufrieron un episodio de violencia o violación a derechos humanos, de las cuales 34 personas fueron secuestradas y 22 violentadas sexualmente.”

La pandemia reafirmó la vulnerabilidad social y la injusticia institucional en nuestros Estados de cada país. En el caso de El Salvador, develó de nuevo, el poder fáctico, que es el grupo oligárquico que sigue decidiendo sobre el rumbo, la salud y destino de la vida de las grandes mayorías. También, la pandemia ha sido manejada desde los intereses políticos de los tres poderes del Estado, y con la falta de capacidad de diálogo abierto, incluyente y honesto del Ejecutivo.

El drama migratorio o de los refugiados internos en cada país, se complica con las decisiones xenofóbicas y racistas respecto a los migrantes por parte del gobierno de Trump.  Un medio digital presentó que, “las deportaciones aceleradas se extienden a más 100 millas de la frontera, permitiendo el arresto y expulsión de los EE.UU.” Esta práctica violatoria de los DDHH, muestra un tipo de “cacería” contra los humanos que migran. Otro medio digital presenta que, “amparado por las medidas de emergencia sanitaria decretadas por el Covid-19 en EE. UU., el Gobierno de Donald Trump decidió suspender la entrada al país de los solicitantes de asilo, pero además hay denuncias sobre un aumento del número de deportaciones desde que comenzó la crisis.”

La deportación, en plena pandemia, se está realizando con toda impunidad para nuestros compatriotas que huyeron para salvar su vida. Es posible que para muchos, esta situación violatoria y humillante de la vida humana, es una realidad que nos suena a historias del pasado o lejanas a nuestra sociedad. A nosotros creyentes cristianos, ante esta realidad, nos suenan las palabras bíblicas, “dónde está tu hermano…que acaso, yo soy el guardián de mi hermano” (Gn 4,9). A la pregunta del Dios de la Vida, ¿cuál será nuestra respuesta ante el drama de injusticia que pasan muchos de nuestros compatriotas, que son nuestros hermanos y hermanas? Oremos con amor por los migrantes y los refugios.

René Arturo flores, OFM

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