
La pandemia ha puesto de relieve lo vulnerable e interconectado que somos todos. Iniciando por los más pequeños, los más vulnerables, incluso la creación, debemos cuidarnos unos a otros de esta forma podremos sanar el mundo.
Papa Francisco también rescata el compromiso de hombres y mujeres que en los últimos tiempos y frente a esta pandemia han dado pruebas de amor humano y cristiano al prójimo aún a riesgo de su propia vida. ¡Son Héroes!
El Covid-19 sin embargo, ha puesto a la luz otras patologías sociales, entre ellas a) ver a la persona de una manera distorcionada, ignorando su dignidad y su carácter relacional viendo al otro muchas veces como objetos para usarlos y desecharlos. De esta forma el ser humano se transforma en un bien de consumo. (cf. Exhortación Apostólica Evangelii gaudium , 53 ; Enc. Laudato si ‘[LS] , 22 ).
Dios crea al hombre y a la mujer como personas amadas y capaces de amar a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 27). De esta manera nos dio una dignidad única, invitándonos a vivir en comunión o armonía con él, los demás hombres y con toda la creación. Dios nos da la capacidad de procrear y cuidar la vida (cf. Gn 1, 28-29), de trabajar y cuidar la tierra (cf. Gén 2, 15; LS , 67 ).
Un ejemplo de esta mirada individualista es la petición que hizo la madre de los discípulos Santiago y Juan (cf. Mt 20,20-28). Pero Jesús nos propone otra visión, la del servicio y dar la vida por los demás. Escalar en la vida, sentirse superior a los demás, destruye la armonía. Es la lógica de la dominación frente a la lógica del servicio.
Como discípulos de Jesús no queremos ser indiferentes – miramos para otro lado – o individualistas – solo miramos nuestro interés -, por ello pidamos al Señor una mirada atenta a todos, especialmente a los que sufren. La armonía creada por Dios nos pide que miremos a los demás sus necesidades y problemas para estar en comunión. La armonía te lleva a reconocer la dignidad del hombre poniéndolo como centro, sin mirar raza, idioma o condición.
El Concilio Vaticano II subraya que esta dignidad es irrenunciable, porque «fue creada a imagen de Dios» (Const. Past. Gaudium et spes , 12). Es la base de toda la vida social y determina sus principios operativos. En la cultura moderna, la referencia más cercana al principio de la dignidad inalienable de la persona es la Declaración Universal de Derechos Humanos, que San Juan Pablo II definió como «un hito en el largo y difícil camino de la humanidad», [1] y como «una de las más altas expresiones de la conciencia humana». [2] Los derechos no son solo individuales, sino también sociales; son pueblos, naciones. [3]El ser humano, de hecho, en su dignidad personal, es un ser social, creado a imagen del Dios Uno y Trino. Somos seres sociales, necesitamos vivir en esta armonía social, pero cuando hay egoísmo, nuestra mirada no va a los demás, a la comunidad, sino que vuelve a nosotros mismos y esto nos hace feos, malos, egoístas, destructores.
El creyente, contemplando a su prójimo como a un hermano y no como a un extraño, lo mira con compasión y empatía, no con desprecio o enemistad. Y contemplando el mundo a la luz de la fe, trabaja para desarrollar, con la ayuda de la gracia, su creatividad y su entusiasmo por resolver las tragedias de la historia. Concibe y desarrolla sus capacidades como responsabilidades que brotan de su fe, [4] como dones de Dios para ser puestos al servicio de la humanidad y de la creación.
Hoy todos trabajamos para curar un virus que nos afecta a todos, pero la fe nos inta a trabajar activamente contrarrestando la indiferencia ante las violaciones de la dignidad humana.
Que el Señor «nos devuelva la vista» para redescubrir lo que significa ser miembros de la familia humana. Y que esta mirada se traduzca en acciones concretas de compasión y respeto por cada persona y de cuidado y cuidado de nuestra casa común.
[1] Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas (2 de octubre de 1979), 7.
[2] Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas (5 de octubre de 1995), 2.
[3] Cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia , 157 .
Texto completo: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2020/documents/papa-francesco_20200812_udienza-generale.html
Comentarios
0 Comentarios