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Hoy la Iglesia celebra el Día Mundial del Migrante y del Refugiado. En la Plaza de San Pedro y luego del Ángelus el Papa Francisco saludo a los refugiados y migrantes presentes en la plaza alrededor del monumento titulado “Ángeles sin saberlo” (cf. Hb 13, 2), que bendijo hace un año. 

entre sus palabras hizo referencia al mensaje que se emitió hoy motivo de la 106 jornada mundial el 13 de mayo de 2020, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Fátima. Mensaje dedicado a los desplazados internos, los migrantes, que al igual que Jesús y su familia se ven obligados a huir.

Recordando el mensaje, en los primeros párrafos el Papa Francisco hace referencia a tres hechos concretos para luego explayarse sobre el tema “desplazados internos”.

En primer lugar, su discurso del 9 de enero de 2020 a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado en la Santa Sede “Las fricciones y emergencias humanitarias, aumentan el número de desplazados y repercuten sobre las personas que viven en un estado de pobreza extrema” sabiendo que muchos países carecen de estructuras adecuadas para hacer frente a estas realidades. En segundo lugar se refiere al documento “Orientaciones Pastorales sobre Desplazados Internos”  del 5 de mayo de 2020. Como material de inspiración y animación a las acciones pastorales de la Iglesia en este ámbito concreto. Finalmente usa como tercer hecho palabras del Mensaje Urbi et Orbi del 12 de de abril de 2020. Donde presenta la realidad de los migrantes y refugiados como un drama a menudo invisible, que la crisis mundial causada por la pandemia del COVID-19 ha agravado. Pero nos recuerda, “este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas”.

Las tres situaciones presentadas entorno a el diálogo diplomático, las pautas de acción propias de la Iglesia y la realidad actual le dan sustancia para comenzar refiriéndose a la escena que inspiró al papa Pío XII en la redacción de la Constitución Apostólica Exsul Familia (1 agosto 1952). La huida a Egipto, del niño Jesús donde experimentó, junto con sus padres, la trágica condición de desplazado y refugiado, “marcada por el miedo, la incertidumbre, las incomodidades (cf. Mt 2,13-15.19-23). Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus familias”.

Jesús está presente en cada uno de ellos, obligado —como en tiempos de Herodes— a huir para salvarse. Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido.

Los desplazados internos nos ofrecen esta oportunidad de encuentro con el Señor, «incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, con el rostro deformado, con el cuerpo llagado, incapaz de hablar nuestra lengua» (Homilía, 15 febrero 2019). Se trata de un reto pastoral al que estamos llamados a responder con los cuatro verbos que señalé en el Mensaje para esta misma Jornada en 2018: acoger, proteger, promover e integrar. A estos cuatro, quisiera añadir ahora otras seis parejas de verbos, que se corresponden a acciones muy concretas, vinculadas entre sí en una relación de causa-efecto.

Es necesario conocer para comprender Hay que hacerse prójimo para servir. Para reconciliarse se requiere escuchar. Para crecer hay que compartir. Se necesita involucrar para promover. Es indispensable colaborar para construir.

Texto completo: http://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/migration/documents/papa-francesco_20200513_world-migrants-day-2020.html

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