por Antonio Tarallo
La historia de San Francisco despojándose de todos sus bienes, dejando su estado de bienestar para luego unirse a su hermana la “Pobreza”, es bien conocida. De hecho, es la primera imagen que viene a la mente a quienes piensan en el santo de Asís. Es un binomio inseparable en la biografía de Francesco di Berdardone, nacido en la ciudad Umbra de una familia acomodada. El padre Pietro, rico comerciante de telas, y su madre, Madonna Giovanna Pica, noble mujer provenzal.
Y, la conexión entre Asís y Francia, en la vida del Santo, no debe referirse simplemente al matrimonio de los padres, sino también a un «vínculo económico», digamos. De hecho, entre la familia de Francisco y la tierra francesa, sin duda, hubo un «fil rouge» que significaba riqueza, que significaba comercio. De hecho, debe pensarse que la mayoría de las telas que estaban en el negocio de Pietro di Bernardone provenían de la tierra francesa.
Entre las palabras claves para el sistema económico del año Mil encontramos, precisamente, el término: «la tienda». Francisco nació en un período de transformación de la economía medieval. Si echamos un vistazo a lo que sucede en Europa, en ese momento, encontraremos los motivos para reflexionar sobre el interesante panorama económico que vivió Francisco de Asís. Durante toda la Edad Media, hasta la Revolución Industrial, aunque la agricultura sigue siendo la base de toda la economía europea, es necesario subrayar la mutación socioeconómica que tiene lugar entre el siglo X y XI. Progresivamente, las actividades manufactureras y comerciales crecen y se expanden, en estrecha relación con el nacimiento o renacimiento de las ciudades y la división de las actividades entre el campo y la ciudad.
La producción manufacturera se separa del vínculo con la agricultura. Hasta entonces, la producción de bienes manufacturados había sido en su mayor parte una actividad que apenas estaba separada de la agrícola. Pasamos de un contexto socioeconómico que emplea pocos artesanos (por número y tipologías), a uno, después del año Mil, que ve la expansión, en las ciudades europeas, de las actividades manufactureras, expresada en diferentes oficios, ocupaciones independientes diversificados según el trabajo realizado. Basta pensar en las numerosas listas existentes de los habitantes de las principales ciudades de la baja Edad Media. Una, por ejemplo, proveniente de Francia (de París, para ser precisos) registra 130 oficios diferentes.
Con este desarrollo económico, sobre todo del comercio, comenzaron a circular nuevamente las monedas. Había monedas de cobre, para gastos menores, y monedas de plata para compras importantes. Y esta nueva recuperación se debe principalmente a la reanudación del comercio. Fue la expansión agrícola, que ocurrió en toda Europa, lo que llevó a la reanudación de las actividades comerciales.
De esta manera, surgieron dos corrientes de tráfico, distintas y claramente separadas entre sí: una, extendida por todo el territorio, involucraba a la mayoría de la población y se refería a mercaderías de consumo amplio, como productos alimenticios y objetos de uso cotidiano (zapatos, vajilla, herramientas de trabajo …); la otra, concentrada en algunos mercados interregionales o internacionales, y se refería a mercaderías de lujo, como especias, vinos finos, sedas, adornos preciosos, destinados a los señores de los castillos y las mesas de los poderosos. El comercio de artículos de lujo dio lugar, como veremos, a grandes mercados y ferias periódicas en varias regiones de Europa, en paralelo con el crecimiento de las ciudades en las mismas áreas. Pietro di Bernardone era parte, precisamente, de esta última categoría de comerciantes. Los artículos de lujo para los nobles y señores de Asís se convirtieron en una necesidad cada vez mayor. Y como buen comerciante, el padre de Francisco había captado este nuevo impulso económico y social.
Con este marco histórico-social-económico de la época, descrito anteriormente, quizás podríamos entender, incluso mejor, hasta qué punto la elección «loca» del joven Francisco de abandonar «los bienes del mundo» puede considerarse verdaderamente revolucionaria. Muchas veces nos centramos, con razón, en su elección, solo con respecto al entorno familiar. Pero tener una imagen más amplia de la situación, a nivel global, puede hacernos entender «lo que estaba alrededor» de Francisco di Bernardone, las diversas oportunidades que aparecían en el período histórico en el que vivió. Y sin embargo, se decidió por otro camino. La de seguir a Cristo, en la riqueza de la Pobreza.
Via San Francesco. Traducido para pazybien.es por Marta Furlan.
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